martes, 3 de septiembre de 2013

Entrevista a Ángel “Lito” Fernández en Lima: “Yo había dibujado Dennis Martin y me salvo Dennis Martin porque todos los policías lo leían” (Primera Parte)


El gran dibujante Ángel “Lito” Fernández fue invitado a “La Feria Internacional del Libro 2013”, de Lima, en el mes de julio, donde fue galardonado con el “Premio Serrucho”, otorgado por “El Club Nazca de la Historieta Peruana” por su valiosa trayectoria que lo convierte en un grande del comic hispanoamericano. Tuvimos la grata ocasión de conocer a un obligado referente de la historieta argentina de las últimas cinco décadas y a un ídolo de la adolescencia. “Lito” tuvo la enorme generosidad de concedernos una entrevista a “El lector de historietas”, que compartimos con todos los lectores.  

Por Gabriel Zárate

Ángel, supongo que como la mayoría de dibujantes descubrió las historietas a temprana edad, ¿Cuáles fueron sus primeras lecturas que influyeron y despertaron el interés por el comic? ¿En qué momento descubre a Frank Robbins, un clásico americano que lo va marcar notablemente y simboliza su predilección por la escuela norteamericana? ¿Cómo de lector de comics, surge el deseo por empezar a dibujar? Recuérdenos esa anécdota juvenil con Ramón Columba, que comentó en la conferencia reciente. 

Mi padre repartía diarios y revistas, siempre me traía temprano diversas revistas que yo miraba en la cama hasta que luego desayunaba y generalmente eran todas de historietas. Rayo Rojo, Patoruzú, más tarde Patoruzito, Misterix. Me gustaba a veces copiar algunas cosas, estoy hablando  aproximadamente con una edad de siete u ocho años. Frank Robbins me encantaba por la dinámica que imprimía, la síntesis del blanco y negro,  que parecía sencillo, pero cuando empecé a hacerlo no era tan simple. A Ramón Columba yo le dejaba el diario, un día toqué el timbre de su casa, esperé un rato y me atendió Ramón Columba, invitándome a pasar, le comenté mis inquietudes y él me dijo lo que estaba haciendo. 


Realmente tenía esa humildad que solo tienen los grandes, darle tanto interés a un adolescente casi impertinente que toca en su casa y tan temprano, 8.30am-9am, nos pusimos a dialogar, me aconsejó copiar fidedignamente las historietas del dibujante peruano  Franz Guzmán. Yo apliqué lo que me dijo de Franz Guzmán  en  Frank Robbins,  entonces cuando le llevé mis dibujos se reía y decía que estaban bien. En los primeros trabajos copié tal cual, luego comencé a poner lo mío, basándome en el blanco y negro de Frank Robbins y así fui soltándome, tomando unas ideas propias y haciéndolas. La primera historieta que publiqué fue con guión mío, pero no la hice para publicarla, sino para practicar,  y era un cuadro por la dimensión de páginas que hacía, de 16 centímetros de alto por 18 de largo, eran bastante grandes, pero igual sirvió para “venderla”, aunque nunca me pagaron por ella. Esa historieta tendría unos 200 cuadros, pero aquello despertó mi ánimo: “Me toman en cuenta” y seguí practicando.

En un momento decidió optar por el dibujo como una profesión de vida y la Escuela Panamericana ocupa un lugar determinante en su formación. ¿Cómo tomó la decisión de estudiar en la Panamericana?, ¿Qué recuerda de aquellos años de aprendizaje, los métodos de enseñanza y los compañeros que tuvo? Háblenos un poco sobre el Alberto Breccia que usted conoció como maestro y aquello que lo distinguía de los demás profesores, también como persona y amigo.

Lo de optar por la Panamericana se dio porque era la única escuela de dibujo. Fue un desprendimiento de otra  escuela que se instaló en Buenos Aires, la Escuela Norteamericana de Dibujo.  Entre las páginas didácticas de enseñanza que daba la Escuela Norteamericana, había dibujos de Alex Raymond, Milton Caniff, creo también de un incipiente Alex Toth y John Prentice, un ayudante de Alex Raymond y todo aquello me gustó mucho. Ya en ese momento los hermanos Lipzyc decidieron formar la Escuela Panamericana de Arte, uno de ellos se quedó en Buenos Aires y el otro se fue a fundarla en Brasil, en Sao Paulo.  Lo que recuerdo de esos años es que fueron hermosos, tuve como compañeros a Alberto CarusoJosé Muñoz, quien fue premiado como el mejor historietista del mundo en Angoulême, Francia; también Rubén Sosa, Di BenedettoFlores, quien dejó la historieta y yo tomé el personaje que Flores estaba haciendo: “Capitán Siglos” que era un superhéroe, él siguió con sus estudios de medicina y fue un cirujano de prestigio internacional. 

Empecé la Panamericana con Ángel Borisoff como profesor, quien dictaba el curso principal que era de anatomía, con modelo vivo, modelaje con yesos, un gran tipo  Ángel… Después cuando me tocó pasar a especialización, no sabía que hacer, no pensaba en la historieta, pensaba en la ilustración publicitaria, el color.  Enrique Vieytes, que en ese momento era Director de la Escuela Panamericana, también era profesor y al abrir una puerta buscándolo, porque no había cartelitos en cada una, me encuentro cara a cara con Alberto Breccia quien me observa, clavando su mirada y dice: “¿Que querés?”, respondí, “estoy buscando…” y yo miraba a los alumnos, “¡bueno, pasá!”, ¡y no me dejó terminar!, ingresé al aula, empezó a dar su clase y me interesó lo que estaba diciendo y allí comencé a interiorizarme más y más por esta disciplina. El lenguaje de la historieta había empezado más o menos a conocerlo  y sobre todo la poca, mediana o mucha inteligencia emocional que pueda tener  estaba en mi imaginación  y eso me hizo seguir esta profesión de vida, donde he parado muy pocas veces pero en forma breve, pues se suspendía una cuestión de laburo por 24 o 48 horas y luego volvía a tener trabajo de nuevo.

¿Qué recuerda de Alberto Breccia como profesor y persona?

Maravilloso, un tipo derecho, cien por cien, siempre presto a dar una mano, un consejo y un palo encima, porque no solo te hablaba bien, también te decía: “No te hagas el boludo, ponete a estudiar y no me vengas acá a hacerme perder el tiempo”. Era muy severo, pero muy derecho. Esos palos los teníamos que recibir pues éramos adolescentes, todos estábamos en etapa de formación y debíamos ponernos al tablero.  

Dennis Martin, el espía inglés desenvuelto en un contexto de elegante humor y despiadada crudeza durante la guerra fría, con guión de Robin Wood, fue uno de sus trabajos más extensos y recordado por todos, del cual incluso cobró vida propia Grace Henrichsen. ¿De qué depende el longevo éxito continuo de una historieta? Se lo pregunto por la prolongada vigencia que tuvo  Dennis Martin en el comic argentino.

Yo creo que el éxito de Dennis Martin se debe en principio a que me gustó la propuesta de Robin, que era un tipo alegre, querendón, pícaro. Había mucho humor en las cosas que hacía Robin, ésa es una cosa que captó  enseguida mi gráfica  y creo que ahí estuvo la simbiosis en Robin y en mí, de haber hecho un tipo así… aparte él vivía a la vuelta del estudio mío, digamos que decir estudio es algo soberbio, pues era una pocilga que estaba en un altillo con millones de cosas tiradas por el suelo y el baño muy antiguo era un agujero en un mármol, ¡horrible! Con Dennis Martin nunca me quedé en el mismo estilo, intentaba hacer otras cosas, a veces con pluma, con pincel, y creo que eso lo apreció el lector. Mucha geometría en forma distinta entre los personajes y el tercer personaje que es la escenografía y por sobre todas las cosas, variada, siempre con ganas de mostrar algo nuevo. 

Creo que es buena la pregunta porque yo lo pensé varias veces y nunca lo había comentado, así que te agradezco por hacerla. Grace Henrichsen  era la novia de Robin, fue curioso porque era hija de un diplomático danés en Buenos Aires.  Un día Robin me dice: “Vamos a conocer a Grace Henrichsen”  “Bueno…” A  Grace Henrichsen la peinaba con un flequillo y el cabello medio largo. Cuando me abren la puerta, para sorpresa mía, ella era el vivísimo retrato de la Grace Henrichsen que dibujé sin conocerla, cuando fui trabajando al personaje. Una cosa de locos… en realidad lo que tenía puesta era una peluca, nada más, pero el rostro era idéntico, con las bolsitas debajo de los ojos, su naricita respingada, la sonrisa. Se había colocado la peluca y bueno se reían los dos como locos, porque ya sabía Robin como me iba a shockear a mí. Eso fue muy cómico, era una anécdota que quería comentarte.  
  
En “Mi novia y yo”, de Robin Wood, una serie con rasgos autobiográficos aparece la novia del protagonista que es nórdica.
 
Claro, es ella…

Incluso Carlos Vogt se dibuja a sí mismo.

Sí, después me hizo a mí como personaje, estaba el jefe de redacción (Jorge Vasallo) de la Editorial Palomita y a mí me hizo en un roller, en una carrera de patines. Era un fenómeno Carlos Vogt, ahora ya retirado con más de ochenta años. No concede entrevistas, se autoexcluyó, es una pena porque es un tipo con un humor increíble.

Zero Galván, el protagonista de “Precinto 56”, historieta publicada en Skorpio (Ediciones Record) de gran popularidad en Argentina, comienza siendo retratado con un dibujo muy cuidado, como un personaje cálido, elegante  y amable. Luego sufre una severa transformación y se convierte en un policía duro, casi brutal, incluyendo escenas eróticas en la trama ¿Cómo se produce esa evolución tan radical en Zero Galván?

Yo siempre comento que Zero Galván llegó en un momento en que estalló una fuerte diferencia mía con Columba y tuve que irme a Record. Entonces Zero Galván empezó, como bien decís en tu pregunta, como algo muy cuidado, pero a la vez se estaba produciendo en mi vida una situación personalmente bastante jodida y que nos influyó a todos, porque perdí dos familiares y fui detenido por las fuerzas de represión de la dictadura, fui golpeado… Vino el escritor Eugenio Zapiettro  (Ray Collins) a vernos en la pensión donde vivíamos con mi esposa, y él quería hacer una denuncia. Yo le digo: “Mirá no, porque vas a complicar más… después de todas las cosas que pasé mejor es ya no darle bolilla”. Eugenio respondió: “Pero si querés hacemos la denuncia porque te golpearon, ¿no es lógico?”. Le respondí que no.  A partir de episodios como ése y con lo que estaba sucediendo en la sociedad argentina se endureció todo.

La historieta reflejó esos cambios…

Exactamente, sin duda alguna a Galván gráficamente lo traté de esa manera. En las escenas eróticas intentamos disimular, yo era más explicito, luego metí más negro para que no fuera tan evidente la cosa…

¿Usted estaba involucrado en actividades políticas?

No, la circunstancia se produjo cuando yo salía de la casa del abogado que atendía mi situación, era de noche, bastante tarde ya, fui a un quiosco que estaba en la estación Constitución, me senté en la barra y al lado mío se colocó un hombre que enseguida detectó a dos policías vestidos de civil enfrente nuestro y se ve que los policías le leyeron los labios y el hecho es que me codeo diciéndome: “Esos dos que están ahí son policías”. Ahí pensé: “Este ya me metió en un lío”. Yo estaba enyesado de un pie porque tenía el tobillo roto y cuando este sujeto me pidió la soda, pues yo estaba tomando moscato con soda, le entrego la soda, luego me la devuelve, paga el tipo y se va, pero apenas sale lo agarran dos uniformados y se lo llevan. Constitución era un lugar bastante lúgubre en ese momento, es una estación con el techo muy alto, donde entran 20 o 30 trenes, es una barbaridad de grande. 

Lo conducen a una recova adentro y siento que le dan la paliza de su vida, lo escucho claramente y cuando voy saliendo me detienen otros dos uniformados y me piden documentos, siempre tuve la precaución de llevarlos… me dicen “acompáñenos” y cuando llego allá, me dan una paliza terrible. Me interrogan: “¿Así que sos dibujante?”, cambiaban el orden de las preguntas con mucha velocidad: ¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives? ¿Qué haces?…. ¿Dónde vives? ¿Qué haces? ¿Cómo te llamas? “¡Así que sos dibujante!”… Tiraron un papel y una lapicera, ¡imagínate que después de semejante golpiza yo estaba temblando como una hoja, por los nervios!, entonces me agarré la mano para poder dibujar y la fui dirigiendo hasta terminar. Tiraron el dibujo al suelo: “¡No… estás manchando de sangre el mostrador!”. Tuve que recoger el papel: “¡Ah vos sos Fernández, el que hace Dennis Martin!” Yo había dibujado Dennis Martin y me salvó Dennis Martin porque todos los policías lo leían. “Está bien, lo que pasa es que vos tenés barba y nosotros a los de barba no los pasamos”. Uno de los policías que me había llevado me dio un pañuelo para limpiarme y dijo: “Mira acá tenemos el legajo tuyo, lo rompemos”. Ya me habían anotado como guerrillero, no sé qué mierda… rompieron el legajo y me salvó Dennis Martin… 

Sobre Martin Hel, su personaje más importante surgido en la década del noventa, aparecido en Columba con Robin Wood en los guiones,  coméntenos un poco sobre la gestación de este policía de poderes paranormales, ¿hasta qué punto Martin Hel es un Dennis Martin reciclado, postguerra fría? Fueron casi dos décadas de vigencia, publicada entre Argentina e Italia.

La gestación de la historieta  ya vino con el guión hecho, como que me entregaron un guión y ¡haga este trabajo! Hice dos o tres caras, las aceptaron y  ahí empezó todo. Comencé Martin Hel desde el número uno, con Carlos Gómez en lápiz y posteriormente en fondo también. Durante muchos años la hicimos hasta que en algún momento se deshizo el equipo y pase a realizarla con Néstor Olivera  y Eduardo Lago en los fondos. Me parece que  Martin Hel  no tiene nada que ver con Dennis Martin, pues no había el humor que lo caracterizaba, esta es una opinión mía, obviamente… Pienso que eran dos personajes distintos, mucho no tenían que ver entre sí. No hay continuidad entre ellos…

Hace poco falleció Carlos Albiac, guionista con quien realizó “A través de Oceanía” uno de sus mejores trabajos y la suerte de continuación: “Botella al mar”, historieta que ha marcado su retorno a las publicaciones masivas en Argentina, en este caso Fierro y también su retorno a Fierro donde hizo “Dr Fog” igualmente junto a Albiac. Háblenos sobre el método de trabajo con Carlos Albiac, con quien reconoció haber desarrollado mucha química entre guionista y dibujante. ¿Por qué, en su opinión, Carlos Albiac, fue un guionista de la talla de Robin Wood y Carlos Trillo?

Te voy a contar una anécdota que aquí no se sabe, sobre “Botella al mar”. Fue un momento de mucha decadencia en Argentina y no teníamos trabajo. Entonces nos reunimos con Carlos Albiac y le digo: “Hagamos algo, una historieta y veamos si la podemos vender en algún lado, a Andrés Cascioli u otro editor”. “Bueno…”, me dice Carlos, “tenés razón…”. Yo después le cambié la fecha de realización a la historieta, para que no piensen que era tan vieja, pero realmente la hicimos con Albiac en los años ochenta, fue un capítulo único, fuimos por todos lados y no la pudimos vender desgraciadamente, y yo la conservé. Después de más de treinta años  de estar guardada en el placard, recién la pude vender a Fierro  y el año anterior hice un regalo a una editorial del sur del país, de la Patagonia, “Las Duendes” y la publicaron ahí y bueno, eso fue “gratarola”. Yo tengo algunas cosas que no fueron publicadas como “Undermçedanos”, que son 48 páginas con guión de Oscar Armayor

¿Hay inéditos suyos?

Si, está el trabajo de ciencia ficción sobre Carlos Gardel y a disposición de quien me lo quiera comprar. Mirá, cuando Juan Sasturain dirigía la Fierro, durante la primera época, yo quise vendérselo. Se publicó el número 1 y en vez de publicar el número 2, publicaron el 3 y ahí se perdió. Luego esos tres números Andrés Cascioli los vendió a Italia y los publicó Traini. Cascioli me dio un dinero y me reconoció la autoría, porque en Argentina cuando vendíamos una historieta, el guión y los dibujos originales quedaban para la editorial, con Columba pasó eso, yo no tengo nada de Columba, una vez creo que robé varias páginas, las tuve y luego empecé a regalarlas. Para Dennis Martin trabajaba en una medida de 45.5cm por 35.5cm. Carlos (Albiac) venía al estudio, luego íbamos a un café, ahí nos sentábamos, tomábamos unos diez cafés, por ahí nos acordábamos de comer algo, un huevo duro en una copa y lo repartíamos entre los dos, él hablaba y yo dibujaba a mil por hora: “¡Mirá esto que te parece!”… “¡Está fantástico!”, y tomaba nota. Hace poco le contaba esto al nieto de Breccia y me dijo: “¡Qué buenas ideas tenía, podríamos hacer esa del muñequito que cayó del espacio que funcionaba solamente con Luna llena!”  ¡Qué maravilla  de idea! y eso lo ambientó en la época del Far West. Lo que conversábamos con Carlos nos rebalsaba, porque no teníamos tiempo de hacer todo lo que se nos ocurría. 

¿Era un guionista muy imaginativo?

Carlos te daba ideas y te podías imaginar lo que seguía en la otra página y eso me daba pie a mí para poder dibujar. Yo te digo que Trillo, Wood y Collins, cuando escuchaban hablar de Carlos Albiac te decían: “¡Ah, bueno, Carlos Albiac!” Lo tenían arriba y en el exterior también. Lo que pasa es que Carlos era muy gráfico en su escritura, entonces facilitaba las cosas, era muy sintético, te podía dar un guión de 60 páginas comprimido. Yo iba armando otras cosas y esa obra no era mía sino de Carlos Albiac. Un infierno era, ardías con Carlos Albiac.

¿Diría que Albiac no ha tenido el reconocimiento que merece?

¡No, seguro! no, no… Albiac no era un figuretti, de ningún modo, él estaba en un décimo plano. Fue el primer “Martín Fierro” de Argentina en 1950, escribiendo para televisión. 
 
La quiebra de las editoras Record y Columba, marcaron un final de época en las publicaciones masivas en Argentina y dejaron a muchos profesionales de la historieta sin trabajo ¿Cómo fue ese período de los noventas de severa crisis editorial y de cierre definitivo para los historietistas? Usted trabajó en ambas editoriales y fue muy popular como dibujante en las dos  ¿Qué diversas razones produjeron la caída de estas grandes editoriales?   Esto trae otra pregunta: Argentina produce muy buenos historietistas pero es un mercado editorial frágil. ¿A qué atribuye ello?

Es cierto, cuando quebraron tuvimos que “emigrar”, entre comillas porque yo siempre me quedé en Argentina, a otras editoriales. Ya había empezado  a trabajar para afuera y convengamos que no lo sentí tanto. Cerró Record y yo seguí dibujando para el exterior y continúo en la misma editorial todavía. La crisis editorial severísima de los noventa fue consecuencia de una crisis político económica que hundió no solo a la industria editorial de historietas, sino que afectó a las que imprimían literatura. Se importaba mucho, a tal punto que editoras como Atlántida fueron tomadas por los españoles, algunas por los colombianos y otras por los chilenos que tienen el suficiente poder económico como para asumirnos como socios a los argentinos. En Argentina  producimos grandes historietistas porque nuestro modo de narrar se adapta tanto a Europa como a EEUU. Nos influyó mucho la escuela norteamericana, de la cual Breccia no compartía su temática pero reconocía que son grandes en el sentido artístico, inclusive los preferidos de él eran Milton Caniff, Alex Toth, tipos clásicos que dibujaban bien. La industria editora argentina es frágil porque nadie se atreve a invertir por lo pasado. El que se quemó con leche, ve una vaca y llora (Risas)…

1 comentario:

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