Por Gabriel Zárate
El Cabo Savino: Personaje simbólico y paradigmático de la gauchesca argentina, creado y dibujado por Carlos Casalla, para el diario La Razón a mediados de los 50s, siendo Julio Álvarez Cao su más destacado guionista. Este libro de 90 páginas, publicado el 2011 desde Comodoro Rivadavia por “Las duendes”, que tiene a Alejandro Aguado como responsable editorial, consta de un prólogo del propio Carlos Casalla, acompañado de bocetos e ilustraciones del autor.
Nos encontramos frente a una auténtica novela gráfica reescrita el 2003 por el mismo Carlos Casalla, donde consigue aligerar los recargados y extensos textos originales, presentes en El Cabo Savino y obligatorios por la peculiar política editorial de Columba. Carlos Casalla fusiona varios capítulos de Julio Álvarez Cao y los reelabora modernizándolos con diestra solvencia, logrando regenerar la dinámica narrativa del ritmo secuencial historietístico, buscando configurar en un único libro, toda una renovadora y hermosa síntesis aventurera, una refrescante estampa de las de cuatro décadas del Cabo Savino, sintetizando una osada existencia marcada por las arriesgadas peripecias del intrépido militar, confinado en la indómita frontera pampeana.
En el relato se condensa tópicos como el joven e ingenuo recluta que descubre la crueldad del feroz combate y el dulce y juvenil amor, la bella gallega como temperamental fémina, cargada de intrépido coraje, el solitario fortín militar como único refugio posible, la rubia cautiva, los implacables malones que asolan a los audaces gauchos, el recurrente tema del pérfido traidor. Todo configurado en un violento territorio indómito e inhóspito, de constante encuentro y problemático conflicto, donde la vital supervivencia para sus protagonistas, representa un mortífero riesgo permanente, carentes de la venturosa certidumbre de un dichoso mañana posible.
Aventura cargada de nostálgicos ribetes románticos del horizonte criollista, reflejando una enaltecida sensibilidad propia de una épica nacionalista, siempre suavizada con risueñas dosis de candoroso humor. Relato donde el intrínseco honor y la punzante valentía están en permanente juego mortal, en un áspero espacio marcado por la incertidumbre del acechante peligro constante, donde el Cabo Savino no es dueño de su azaroso destino. Es un tiempo que precede a “La Campaña del desierto”, del General Roca, aunque al final de la historia Savino percibe que los tiempos de la fiera y bravía frontera tendrán pronto su abrupta culminación definitiva.
Dibujo aparentemente descuidado y algo sucio, con un enrevesado estilo revuelto, pero marcando un inconfundible sello en el áspero delineado del enmarañado trazado realista, donde Casalla busca la precisa verosimilitud y lo distintivo en la fidedigna reconstrucción histórica del contexto relatado. Carlos Casalla forjó con diestra maestría un notable y original estilo gráfico reconocible y predominante en la historieta argentina, ejerciendo una enorme influencia en la producción gráfica durante décadas.
Auténtico clásico de la historieta argentina y también de todos aquellos lectores latinoamericanos que hicieron propio al mítico personaje de Carlos “Chingolo” Casalla, como una corpórea personificación del rústico y humano soldado de a pie, el campestre hombre hijo del pueblo, cuya estoica y sacrificada labor fue siempre la más dura posible, poner el pecho para salvaguardar a la “civilización”, contribuyendo decisiva y anónimamente a forjar el origen de nuestras intrincadas naciones, pero también, a su vez, comprendiendo y revalorando la cultura y población autóctona americana que combatía con profundo y digno respeto.
Como bien afirma Casalla en un comentario: “El espíritu de lo original nos une a los pueblos latinoamericanos y nos levanta el orgullo de serlo. El Cabo lleva en su corazón la muestra genuina que todos somos hermanos”. Es lo que Carlos Casalla intentó retratar en cada episodio, donde la brava valentía y el honor del enfrentamiento se revaloran por el lado indígena, sin diferencia alguna en el plano ético. Con la actual edición de “Las duendes”, “El Cabo Savino”, nostalgia hecha historieta, continúa en su temerario y agreste cabalgar, tan vigente e imperecedero como siempre.