Por Gabriel Zárate
Calle de la estación, 120: Basada en la obra homónima (1942) del escritor francés de novela negra Léo Malet cuya adaptación fue llevada al comic con gran éxito y publicada en 1988 con dibujos de Jacques Tardi, ha sido reeditada recientemente por Norma Editorial el 2009.
La saga novelesca del detective Néstor Burma, se inicia con este policial ambientado durante la ocupación militar alemana en la segunda guerra mundial y el repudiable trasfondo colaboracionista de la vergonzosa Francia de Vichy, encabezado por el anciano Mariscal Pétain.
Estando preso en un campo de concentración alemán para prisioneros de guerra, Néstor Burma conoce a un sujeto trastornado, de nombre desconocido, que ha perdido todo rastro de memoria y que en su momento de agonía lo llama antes de expirar y le susurra: “Dígale a Helen: Calle de la estación 120” (Paris). Su agencia detectivesca “Fiat Lux” está paralizada por la guerra y el mismo fue movilizado para el combate, pero su agudo olfato de investigador lo obsesiona con el peculiar misterio de un traumatizado hombre amnésico, cuya autentica identidad es un enigma y sus palabras finales un secreto develado en el umbral de la muerte.
Repatriado y trasladado luego a Lyon, en la estación del tren Néstor Burma contempla caminar a su antiguo asistente Robert Colomer, quien al reconocer su llamado, corre con urgencia para hablar con su antiguo jefe, siendo abaleado mortalmente en ese preciso momento, pero antes de caer, alcanza a decirle: “Calle de la estación, 120”. La fugaz aparición de una hermosa joven con similar apariencia física a una popular actriz de cine completara el inicio de esta enigmática historia.
Néstor Burma emprenderá la peligrosa aventura de descifrar el sentido oculto de aquella insondable frase, en una oscura ciudad, Lyon, la mayor del territorio francés no ocupado, que simboliza el escenario de oprobio de una época, el duro invierno de crudo y lacerante acero en que está envuelta Francia, reflejado en las solitarias calles, frías y abatidas, empapadas de tristeza. La constante neblina turbadora y los embusteros afiches de una propaganda fascista con el rostro cómplice de Pétain que inundan las paredes de la gran urbe. Un ambiente gélido y de resignada ignominia, resaltada por los tonos grises y opresivos de las imágenes, nos envuelven en un clima sombrío que marca la grave crisis moral interna del país galo: El sumiso desanimo generalizado y el deleznable sometimiento tras la invasión nazi.
Acompañado de su pintoresca pipa, Néstor Burma responde al modelo del héroe cínico y romántico, de marcada influencia por el policial americano. Un hombre aparentemente duro e irónico, que se muestra indiferente y escéptico ante los demás pero con una sólida escala de valores, donde tiene claramente definida su noción del bien y no duda en arriesgarse por ella llegado el momento. Su estrategia es la evasión sistemática y la mentira reiterada para ocultar lo que realmente piensa ante los demás, aparte de una percepción despectiva de los policías por su incorregible torpeza Con su imagen impasible y calmada; su mirada serena y reflexiva, le da un ritmo pausado al desenvolvimiento de las acciones que se complejizan constantemente con las nuevas encrucijadas que se van sucediendo.
Con un criptograma por resolver, enlazado a la misteriosa frase, se presenta en el relato un desfile de diversos y variados personajes en esta compleja intriga policial. El caso se convierte en un mosaico de acontecimientos en los que se ve envuelto Néstor Burma, pero siempre atenuados por su contemplación sosegada, convirtiendo la historia en una narración centrada en su trasfondo: la desmoralizante atmósfera gris y corrompida del contexto político y social que se vive en la sumisa y deprimente Francia invadida.
Desmovilizado, es devuelto a su ciudad de origen. Néstor Burma viaja de retorno a Paris, donde transcurre el complejo desenlace de la narración y se vislumbra a su paso los campos para judíos, la apabullante difusión de propaganda antisemita, la milicia alemana en la capturada capital poblada de banderas nazis, viviéndose además el peligro habitual de la terrible guerra con los mortales bombardeos de la aviación inglesa.
Es una constante a lo largo de su obra, el deleite documental de Tardi en la recreación de la incomparable arquitectura francesa. La plasmación en viñetas de las imágenes de la Francia habitual (Lyon y Paris). Discurren los planos visuales reflejando la ciudad al mínimo detalle. La fijación, con prolijidad, en las escenas cotidianas que se suceden inmutables, las calles invariablemente húmedas envueltas en un frio clima opresivo, siempre distanciadas por la mesurada e inalterable mirada impávida de Néstor Burma.
Es el primero de los 34 libros sobre Néstor Burma, novela escrita en plena guerra por Léo Malet (1909-1996) juvenil colaborador en publicaciones anarquistas, antiguo surrealista amigo de André Bretón, encarcelado en Alemania durante la guerra y uno de los fundadores de la novela negra en Francia. Adaptada y dibujada por Jacques Tardi, maestro de la historieta europea contemporánea, que alcanza con Calle de la estación, 120 uno de sus picos más elevados, convirtiéndola en un autentico clásico imprescindible del comic de fines de siglo XX.