Por Gabriel Zárate
Guillermo
Saccomanno, guionista de historietas,
cuentista y novelista argentino nacido en Buenos Aires (1948), pertenece a una notable
generación surgida a fines de los setentas en el cómic argentino, que revolucionó
la historieta de autor. Creador de entrañables relatos como “El condenado”, su
obra maestra, y de crudos policiales que lo convirtieron en unos de los mayores
guionistas de su época. Como novelista destaca “El oficinista” (2010) obra
ganadora del Premio Biblioteca Breve de Novela, Seix Barral 2010. Guillermo
tuvo la cordial gentileza de
concedernos una entrevista para “El lector de historietas”, en octubre del 2019
en Buenos Aires. Este encuentro nos quedará grabado por siempre, por poder conocer
y entrevistar a un ídolo de la adolescencia. Toda nuestra admiración y gratitud
para Guillermo Saccomanno.
¡Gracias Maestro!
Sobre Héctor Germán
Oesterheld, tu lectura de historieta más decisiva ¿cuál consideras que es la mayor
influencia o el aporte más valioso que recibiste del gran guionista argentino?
Una de mis lecturas de
iniciación fue Oesterheld, junto a otros autores como Emilio Salgari,
Mark Twain ya que en aquella época todavía se leía novelas de aventuras y
por supuesto cuando yo era solo un chico Héctor Germán Oesterheld fue una
influencia decisiva, porque a los pibes de mi generación nos moldeó
ideológicamente en el modo de encarar la vida, sin maniqueísmos. En sus
aventuras no había una división plana entre el bien y el mal, como si ocurría en
las historietas norteamericanas que circulaban en aquel momento, como en los
grises, la prueba está en que Oesterheld planteaba una historieta pacifista y eso a mí me marcó mucho, por ello su
lectura fue un influjo tan fuerte para Carlos Trillo y para mí.
Empezaste junto a Carlos
Trillo, escribiendo en la revista Skorpio la sección “El Club de la
Historieta”, además se enfrentaron a Columba y publican “Historia de la
historieta argentina” (1980), todo dentro de un contexto político peor que
problemático.
Nosotros con Trillo
nos hicimos amigos en los setentas y a partir de ahí establecimos una relación,
primero de lectores y luego de guionistas. Era la época en que yo trabajaba
para Editorial Columba y Carlos Trillo recién comenzaba
a escribir guiones de historieta para Alberto Breccia, él empieza con “Un
tal Daneri”, después yo también hice algunas colaboraciones para Alberto
y esa fue la época de los setentas, ochentas, donde laburábamos con la revista Skorpio
de Ediciones Record.
¿Qué novelistas
influyeron en tu interés inicial por el policial y la novela negra? ¿Porque te
seduce el policial como género por desarrollar en tu etapa inicial de guionista
de cómics?
Lo que pasa es que la
literatura policial circulaba habitualmente en Argentina cuando nosotros
éramos pibes. Había colecciones como las de Cobalto o Pandora en
los sesentas, pero después empieza a cobrar importancia el policial, en los
setentas, a partir de la reivindicación de los géneros menores. Eso es algo que
viene desde Umberto Eco con “Apocalípticos e integrados” y con los
estudios que se hacen en Europa de semiología, que rescatan la noción de
narración en estos textos, por otro lado, la novela policial es la que mejor
expresa las tenciones sociales bajo el capitalismo, y en ese sentido están las
obras de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, los padres de la
narrativa policial, como ejemplo.
El policial americano …
El policial americano
básicamente, versus el policial británico, más bien deductivo.
Mas centrado en el
misterio …
En el enigma.
Hay un juvenil Guillermo
Saccomanno de los setentas. ¿Como recuerda este período de su vida y creación
que ha forjado al actual novelista?
Fue un periodo complejo,
por un lado, estábamos trabajando en Ediciones Record como guionistas y
produciendo historietas que se vendían en Europa, pero no hay que
olvidarse que ello fue durante la época de la dictadura militar, entonces laborábamos
al mismo tiempo para Ediciones de La Urraca, para Humor, Superhumor
y todo ese material que nosotros hacíamos de alguna manera burlaba la censura
de los milicos, entonces a través de la historieta nosotros podíamos
expresarnos con libertad.
Básicamente te digo que
en ese período los militares no les daban importancia a las revistas de
historietas, porque consideraban que era un género para chicos, pero nosotros
nunca las escribíamos pensándolas como un género infantil y eso fue lo que hizo
distintiva la historieta nuestra, el cómic de autor, porque encaramos la
historieta con la misma seriedad que cualquier arte, pues para nosotros era un
arte.
Si pensamos un poco en la
literatura popular o la literatura del siglo XIX tanto autores como Fiódor
Dostoyevski, León Tolstoi o Emilio Zola escribían para los
diarios y eran autores populares. En ese sentido Oesterheld también
pertenece a una tradición de narración popular, a la misma que pertenecemos
nosotros.
Una tradición masiva, de
cultura centrada en publicaciones impresas
Exacto.
¿Tu formación en Letras
es la que te orientó a convertirse en un narrador?
No. Yo estudié Letras,
pero me formé en mi casa, porque de pibe poseíamos una gran biblioteca en el
hogar. Mi padre era un militante socialista gremial, siempre perseguido y había
una enorme biblioteca a la cual tenía irrestricto acceso. Todo el tiempo podía
acceder a los libros que me interesaban, podía ser textos como “El
Decamerón” de Boccaccio, como podía ser “Guerra y Paz” de Tolstoi.
¿Porque nunca se reeditó
en Argentina “Historia de la historieta argentina”? Es un texto que despertó muchas apasionadas
polémicas que continúan hasta hoy.
Ese libro fue de un modo
la base para otra historia de la historieta argentina, la que hicieron Judith
Gociol y Diego Rosemberg (“La historieta argentina. Una historia”).
En la Biblioteca Nacional hay un sector de historieta, un museo muy
fuerte, donde vas a ver abundante material argentino. Yo tomé bastantes
originales que tenía en casa, debajo de una cama. Ese estudio de historieta que hicimos tiene la
ventaja de ser la primera recopilación que se hace seriamente de los orígenes
del humor y de la historieta nacional hasta el año 80, cuando sale publicado.
Creo que sale el 80, tengo mala memoria porque he escrito demasiado. Nosotros
con Trillo, además de hacer “Historia de la historieta argentina”
escribíamos también critica de cómics en la revista Skorpio.
Ediciones
Record y la revista Skorpio fueron un espacio de libertad creativa que
contribuyó a modernizar el cómic argentino en los setentas, pero también es
responsable de contratos leoninos donde los historietistas cedían sus derechos
a perpetuidad a Alfredo Scutti.
Los contratos eran
leoninos, pero la Récord pagaba bien, de hecho, mejor que Columba,
era más atractivo trabajar para Récord, porque no había un sistema de
censura como en Columba, los guionistas y dibujantes gozábamos de una mayor
libertad creativa, además con una mejor posibilidad de circulación para las
revistas, pero eso se debía a que todo el material que se producía en Argentina
se distribuía luego en Europa. Como todas estas historietas iban para Europa
eran más interesantes por ello, pero después Trillo viaja a Europa
y negocia directamente con los editores europeos, entonces rompemos esa parte
de los contratos leoninos, porque nosotros como autores tomamos el timón y
dividimos el pago en las proporciones adecuadas, sin quedarnos con un
porcentaje de mediación.
¿Qué opina de una figura
tan controvertida como
Alfredo Scutti?
Creo que era un editor
interesante, él junto con Álvaro Zerboni abrieron una puerta de
expresión para el cómic argentino.
“El
condenado” con dibujos de Mandrafina es tu obra más brillante dentro de la
historieta y la más extensa, superando las mil páginas. Atrapado en un sórdido
mundo que recrea la atmosfera de la novela negra, “El condenado” nos plantea el
tema del dilema ético como la aventura interior de su protagonista, Marcel
Clouzot, un tópico propio de Oesterheld. ¿Porque te fascina la imagen del
perdedor?
Siempre son más
atractivos los personajes perdedores que los ganadores.
¿Es influencia de Scott
Fitzgerald?
No solo de Scott
Fitzgerald, es una influencia que viene desde la literatura griega hasta
ahora.
¿Como retomaste la serie “El condenado” ?, escrita originalmente para Argentina y luego publicada
en Europa …
Los tiempos de la serie que
aparecen en Ediciones Record son los mismos en Argentina que
el Italia, solo que bajo el nombre de “El condenado”. Hay uno o
dos episodios que tienen que ver con Francia, con La isla del diablo.
El personaje huye y las aventuras continuaban en Melbourne y sucedieron
siempre ahí todas las historias, siempre pasó en otros lugares, ocurrieron en Australia,
pero se publicaba en Argentina y en Italia al mismo tiempo. Los
franceses compraron algunas aventuras y sacaron un libro, en Italia
salieron dos libros, salió en una revista semanal y después se publicó en libro
y todavía seguimos haciéndola hasta hoy con Cacho (Domingo Mandrafina)
para Italia.
¿Como decidieron
continuar la serie?
Muy simple, nos sentamos,
yo escribo y el Cacho dibuja, no hay otro secreto.
Sorprendió
a muchos ver nuevamente la dupla Guillermo Saccomanno - Cacho Mandrafina con la
obra “Leo” en el suplemento Telam.
Después de buen tiempo.
Leopoldo, esa también la estamos
haciendo para Italia, sacaron cosas en Fierro.
¿Qué
te animó a volver a escribir guiones de cómics para el mercado argentino?
Estas historietas no fueron
concebidas para publicarlas en Argentina, simplemente las hacemos y
luego vemos donde las podemos colocar. No es que pensáramos en el mercado
argentino, porque entonces estaríamos fritos, el nuestro es un mercado muy
pobre.
¿Pagan muy poco?
No porque paguen poco,
porque ya no hay lectores. Se terminó el mundo de los lectores de historietas tal
cual lo conocimos en nuestra época, cuando éramos pibes, yo tengo ahora 71
años. No hay revistas de cómics en los quioscos, las únicas que hay son las
de Marvel, las de superhéroes y toda esa mierda. No hay otras
publicaciones y eso es responsabilidad principal de los editores que terminaron
con el mercado. No se puede culpar solo a los lectores que no tienen plata para
pagar o para leer más historietas. Hay historietistas argentinos que siguen
trabajando para el exterior, para Francia, Italia, EEUU.
Es tu caso …
Si, es nuestro caso, si
se quiere, pero no lo hacemos deliberadamente, es lo que hay.
“Sol
de noche” es un trabajo tuyo junto a Patricia Breccia publicado en 1980 casi en
su integridad en Superhumor, más unos tres episodios en la Fierro. Una
historieta surrealista y de humor esperpéntico, pero muy moderna para inicios
de los ochentas, con una protagonista femenina bastante liberada que deambula
en el mundo intelectual de los cafés de Corrientes del Buenos Aires ochentero,
donde plasmas una mirada paródica de aquel universo. ¿Cómo concebiste esta
trama tan original en tu producción?
De
forma natural, uno como guionista lo que hace es pensar con quien va a
trabajar. Si yo tenía que laburar para Patricia que
era una dibujante muy joven en aquel momento, como yo también lo era, pensaba
en hacer una historieta que rompiera con todos los moldes tradicionales de los
cómics tipo “Julieta Jones”
y los demás cómics norteamericanos con chicas de protagonistas. Además, se
publicaba en Superhumor,
años después con “Sol de noche” se
hizo un libro.
Si, el libro apareció el
2012, recopila todos los capítulos y se lee como una obra muy moderna para la
época
Sigue siendo moderna
hasta el día de hoy.
“Avenida Corrientes” fue
una serie muy breve que prometía mucho, ¿porque se suspendió?
Lo que pasó con esa serie
es que se hicieron pocos episodios porque si bien Solano López radicaba en
Argentina se estaba volviendo para España, entonces cuando Solano
viajó a Europa fue que la tuvimos que interrumpir.
¿Ahí cesaron las
colaboraciones con Andrés Cascioli?
Debe ser en 1983
que dejamos de colaborar con Cascioli
Hay un tema común en
“Avenida Corrientes” y “Sol de Noche” …
Las historias son
urbanas.
Exacto, además giran en
el corazón de Buenos Aires
Bueno, son historietas con
protagonistas locales, de problemáticas citadinas de personajes solitarios y urbanos.
Es justo la época en que
pasas a la narrativa. En 1984 publicas tu primer libro juvenil “Prohibido
escupir sangre”, a los que seguirán los libros de cuentos “Situación en
peligro” (1986) y “Bajo bandera” (1991).
Ahí es justo donde me
vuelco más a la literatura, me intereso más por ella. Yo nunca diferencié la
literatura de la escritura de historietas, no creo en la división entre géneros
mayores y menores. Vos puedes leer el Corto Maltes o Alack Sinner,
que son grandes obras, obras de arte, y pueden ser leídas como literatura y su
gráfica puede ser vista como artes plásticas.
¿En qué momento Guillermo
Saccomanno define su futuro como escritor?
Desde chico, cuando
empecé a escribir.
Pero de guionista de
cómics da un paso a la novela, al cuento …
No, era algo paralelo,
porque mientras yo escribía historietas también escribía literatura, lo que
pasa es que no publicaba o publicaba un cuento aquí, un cuento allá, pero nunca
hubo una división tajante de mi parte. Lo que sucedió es que a partir de los
noventas después del fracaso de “Puertitas”, que fue la última revista argentina
en la que colaboré, a partir de ahí me volqué a la literatura totalmente.
Guillermo,
después de los ochentas e inicios de los noventas, tu producción de guiones de cómics
se volcó para el mercado italiano. En Latinoamérica se conoce poco sobre esta
etapa tuya. Una de las cosas que se dio a conocer tardíamente es que fuiste
guionista de la gran serie “Spaghetti bros”, conocida también como “Fratelli
Centobuchi”, de Carlos Trillo y Cacho Mandrafina.
Era una serie que había
empezado Carlos Trillo y yo escribí algunos episodios. Eran varios
hermanos los “Spaghetti bros”,
y me gustaba hacer los episodios
del cura.
Usted
fue autor de muchos guiones, que siempre aparecían firmados por Trillo. ¿Por
qué se dio esta situación? ¿Fue una exigencia de la editorial italiana Eura de trabajar
en la sombra? ¿No hubiera sido más justo compartir el crédito de ser coautor de
“Spaghetti bros”?
No,
salían con guion mío, es más hay un “Spaghetti bros” editado
en Francia y figura mi
nombre.
En
la edición española solo se mencionan a Trillo con Mandrafina como autores o en
Argentina cuando lo publicaba Editorial Columba sucedía lo mismo.
¿Pero
qué importancia tiene esto? No creo que los créditos sean tan importantes, lo
que importa es que las historias sean buenas. De acá a tres mil años ¿quién
sabe cómo eran Homero
o Shakespeare?,
lo que importa, como dijo Borges,
es que las historias sigan funcionando, que sigan circulando, que se sigan
leyendo.
La
revista “Puertitas” fue tu última aventura junto a Carlos Trillo en Argentina,
en un intento por publicar historietas propias sin depender de los editores
nacionales. ¿Cómo surgió la idea con Carlos Trillo de “Puertitas”?
Era
un momento en que estaba decayendo el mercado local, no había publicaciones de
historieta, entonces con Trillo
decidimos hacer una revista independiente que no tuviera que ver con Editorial
Columba ni Ediciones
Record, bueno,
eso intentamos.
Fuiste
una de las pocas personas presentes en el sepelio de Carlos Trillo. ¿Cuánto
perdió la cultura argentina y la historieta mundial con la partida de Trillo?
¿Cómo describirías a Trillo como persona?
Mas
allá de su desaparición física queda su obra que es inmensa y su influencia,
por ello Trillo sigue
vigente. En lo personal era un tipo estupendo, un gran lector, muy inquieto,
muy preocupado por la justicia del pago de derechos de los autores, pero lo
importante es la enorme obra que deja, eso es lo fundamental.
“El
buen dolor” (1999) ambientada en Mataderos es tu primera novela, premiada y con
una favorable recepción de la crítica, tan autobiográfica como “Situación de
Peligro” donde se revela una relación tensa y problemática con la figura
paterna, que nos refleja uno de los lados más humanos de nuestra condición: La
ambivalencia afectiva. ¿Te convertiste en el escritor que tu padre no pudo ser?
¿Eres novelista para superar a tu padre, para reivindicarlo?
No sé, a mí lo que me
parece es que en la literatura, en la escritura, uno se hace preguntas buscando
respuestas y en realidad lo que se termina encontrando son más preguntas. Lo
que la novela (“El buen dolor”)
narra más allá de lo que pueda haber de personal, es una reelaboración de
obsesiones que ya estaban en situación de peligro. El tema del padre es, para
mí, uno de los grandes temas literarios, como lo es en la literatura
norteamericana y también en la rusa, con Dostoievski y el parricidio que
está presente.
En “Los hermanos
Karamázov” …
Como en “Los hermanos
Karamázov”. Bueno, “El
buen dolor” surge de ahí.
¿Dónde
nace esa inagotable pulsión por escribir que te ha llevado a abordar casi todos
los géneros posibles? ¿Es tu manera de enfrentarte a una vida plagada de
fantasmas? ¿El interés por lo social es producto de la influencia paterna?
Está
en el hecho de haber tenido un padre militante, perseguido políticamente. Yo
empecé a militar muy joven, a los quince años en la izquierda, en el trotskismo
y después en el peronismo. La preocupación por los problemas sociales es un
rasgo definitorio de un sector de mi generación. No te olvides que en este país
hay 30,000 desparecidos que son 30,000 lectores desparecidos, pues ellos eran
intelectuales, delegados, militantes lucidos. El proyecto militar vino a
limpiar, a arrasar. La pulsión por escribir la tuve desde siempre.
Tu primera gran obra de
madurez, con pretensiones panorámicas es tu trilogía conocida como “de la
violencia política”: La lengua del malón (2003), El amor argentino (2004) y 77
(2008). Esta trilogía te sitúa como uno de los narradores más notables de la
literatura argentina contemporánea ¿Porque la violencia es el gran tema de
Guillermo Saccomanno?
Porque la violencia
define la historia de nuestro país, porque como decía Friedrich Nietzsche
la historia humana avanza sobre cadáveres.
¿Es producto de la criminal
época de la dictadura argentina que te toco vivir?
Creo que desde que me críe
en un hogar donde mi padre estaba perseguido políticamente. Cuando empecé a
trabajar y a salir a la calle me encontraba con los tanques militares. Desde chico varias veces vi de cerca los
golpes militares, con los tanques, los carros, los cañones, era una situación a
la cual mi generación estuvo acostumbrada. Fuimos educados en la represión y el
autoritarismo, vivimos una serie de golpes militares hasta el año 83 y
también la caída del peronismo.
¿Responde a una toma de
posición a favor del oprimido, denunciando los mecanismos de poder que hacen
del abuso un instrumento de dominación? ¿La violencia como tópico y la
preocupación social son las dos caras de una misma moneda?
Obvio, pero eso lo tienes
que encontrar en mis textos.
“El
oficinista” (2010), obra ganadora del Premio Biblioteca Breve (Editorial Seix
Barral), te permite un merecido reconocimiento internacional, por lo que este
libro implica un hito en tu trayectoria como escritor. Novela ambientada en un
Buenos Aires de apocalíptica pesadilla, de un futuro muy cercano al mundo en
que vivimos. ¿Como un escritor puede ser optimista en un mundo donde el
ecosistema puede colapsar por el desenfrenado industrialismo neoliberal?
Yo no soy optimista, soy
nada optimista. Yo veo que el mundo camina hacia el abismo y el capitalismo
además de homicida es también suicida.
Además, retratas un hogar
que nos plantea la descomposición familiar y el fin de la familia nuclear
¿Como podemos pensar en
la familia cuando este sistema que dice basarse en la familia como núcleo es su
principal destructor?
¿Cuál es el sentido de la
escritura para Guillermo Saccomanno?
La búsqueda de compartir
con otro las preguntas o inquietudes acerca de la existencia.
Este es un contexto casi
irreversible de contaminación ambiental y desastre de la sociedad donde la
solidaridad prácticamente ha desaparecido. ¿Como escribes desde esta realidad?
Es el mundo que me tocó
vivir, no creo tampoco que todo tiempo pasado haya sido mejor, si hoy tenemos
miedo a la guerra atómica, en el pasado se tenía miedo a las catapultas.
Borges dijo: “A mi padre
le tocó vivir, como a casi todos los hombres, tiempos difíciles.”
Si, a mí también.
“Cámara
Gesell” (2012) aparece como tu novela más
ambiciosa, en el sentido de propuesta literaria, demostrando que lo aldeano
puede ser universal. Un balneario como Gesell puede develarse en el sórdido
microcosmos donde se albergan todos nuestros dramas como sociedad. El tema del
mal y la influencia de Faulkner en su plenitud pueden sintetizar esta obra
coral, construida en base a una multiplicidad de voces. Villa Gesell es el espacio que te permitió
dedicarte a tiempo entero a escribir y que has conquistado, inscribiéndolo en
la gran literatura. ¿Esa fue tu intención con “Cámara Gesell”?
Villa Gesell es el lugar donde yo vivo
la mayor parte del año. No sé si hubo un propósito premeditado, es lo que me
salió en el libro. No sé si hay una intención previa donde uno se plantea
escribir gran literatura. Uno comienza escribiendo una historia y va viendo lo
que le sale.
Describiste sus miserias
para demostrar que el pueblo te pertenece y poder darle ciudadanía literaria al
balneario que te alberga hace dos décadas
No hice otra cosa que
tomar las lecciones de Sherwood Anderson con Winesburg, Ohio, o
de William Faulkner con Yoknapatawpha, estos escritores que han
fundado territorios imaginarios.
En la actualidad la
masividad se encuentra hegemonizada en el soporte audiovisual. Juan Sasturain afirmó que si Oesterheld viviera en esta época probablemente sería
guionista de televisión. ¿El paradigma del escritor comprometido con una toma
de posición política e ideológica aún tiene sentido y vigencia con tirajes de
mil ejemplares en una cultura que ya no está centrada en el papel?
El
compromiso está siempre presente, no pasa porque uno lo declame, el compromiso
se nota en lo que uno hace, en lo que uno escribe, esta en la obra.
¿Todavía hay narradores
que puedan asumir el rol de "conciencia moral" de la sociedad en que
viven?
Creo que los hay, Juan
Sasturain es uno de ellos.
Como escritor con
preocupaciones sociales y políticas ¿buscas promover con tu escritura una
reflexión crítica de la realidad en tus lectores? ¿Es posible ello?
Eso es lo que uno
pretende.
El oficio de escribir no
solo lo practicas, sino que lo compartes con muchos jóvenes en los Talleres de
escritura …
Hace años que ya no doy
talleres. Di talleres durante 16 años y me terminé sulfatando.
El rol de la enseñanza
está reflejado en tu libro no ficcional “Un maestro” (2011), la biografía
novelada de Orlando Balbo sobre la violencia política y la vocación pedagógica.
¿Qué buscaste con este libro? ¿Incursionar en un nuevo género?
Me parece que el libro
cabe pues es la crónica de un compañero del servicio militar, de la colimba,
que yo había dado por desaparecido en el 76, Orlando Balbo que
fue secuestrado, torturado, que permaneció en cautiverio y en distintos penales
hasta que gracias a la gestión del padre Jaime de Nevares, el fundador
de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Neuquén, se
consiguió sacarlo en libertad y Nano se exilió por un tiempo.
En el momento que volvió
se instaló en una comunidad mapuche en medio del desierto patagónico y cumplió
la función de alfabetizador. Lo heroico de todo esto es que él desarrolló esta
labor educativa habiendo quedado sordo a consecuencia de las torturas
recibidas.
Cuando nos reencontramos con
Nano me pareció que ahí había una historia que podíamos contar. Entonces
yo le propuse recoger su testimonio, tuvimos una serie de charlas y reuniones,
yo iba muy seguido a la Patagonia y volvía, de ahí surgió “Un
maestro”, un libro que tuvo muy buena recepción en España
donde ganó el Premio Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón y también
en Argentina donde está considerado un texto educativo, un texto
pedagógico que es una crónica obligada en la bibliografía universitaria para todos
los estudiantes de formación docente.
¿Demostraste que la
escritura y la enseñanza están compenetradas? ¿Perseveraste en el compromiso
con el oprimido? ¿Pretendes animar el debate intelectual sobre estos temas?
El debate intelectual
está planteado en la sociedad argentina, yo no animo nada, ahora pueden
llegar tiempos interesantes porque, por suerte, este gobierno de mierda se
termina de una vez, es un desastre el gobierno que tenemos (Mauricio Macri)
pero creo que tal vez empiezan tiempos nuevos en América Latina, pues tiene
que cambiar todo esto, lo que está pasando en Ecuador no paso acá de
milagro todavía. El retorno del peronismo al gobierno va a ordenar un poco los
números. El estado de miseria y de saqueo en que dejan el país estos hijos de
puta, no tiene nombre. Lo vez en la calle, con la gente tirada, durmiendo en
las veredas, como habrás visto. No sé si en el Perú se está así de igual…
Finalizando la
entrevista, en Perú las cosas están mucho peor, en los ochentas el país estaba
africanizándose, había una sensación de colapso generalizado, ahora las cosas
han mejorado por el crecimiento económico, pero para señalar las marcadas
diferencias entre Perú y Argentina parafraseo a Alberto Moravia: “Tu infierno es
mi paraíso”. Gracias Guillermo por todo.