Por Gabriel Zárate
Esta entrevista se realizó en Lima, en abril
del año 2013, al polifacético artista gráfico peruano Manuel “Mañuco” Loayza (Lima.1961)
historietista, animador, caricaturista, ilustrador, quien afincado muchos años
en Venezuela montó una exposición de su obra en “La Casona de San Marcos” ese
mismo año. Hoy Mañuco radica nuevamente en el Perú, y le envío un enorme
abrazo, cargado de gratitud, por concederme una extensa entrevista que estuvo
extraviada por más de cuatro años.
¿Cómo descubriste la historieta, cuales fueron
tus primeras influencias, como lector, que te despertaron la vocación por el
dibujo?
Las primeras historietas que llegaron a mí
fueron Los Picapiedras y son las que me incentivaron a
dibujar, también las revistas Novaro que tenía todo tipo de
personajes: Batman, Superman, Pato Donald,
entonces tendría seis o siete años y a partir de ahí me animaron a dibujar,
paralelamente llegó a mi casa la televisión en blanco y negro, porque no
teníamos televisor, con las justas la radio, y se transmitían los programas de
dibujos animados idénticos, que me indujeron más bien al otro lado, a la parte
de animación que siempre la tenía en la cabeza, pero para dibujar como tal
fueron Los Picapiedras, incluso conservo los primeros dibujos
que hice, los tengo guardados. Empezaba calcando las figuras de las revistas,
primero las cómicas y luego vinieron las de aventura, esas historietas fueron
mis primeras motivaciones.
¿Como das el paso del dibujante aficionado
autodidacta, al profesional?
Es un paso gigantesco, a través de los años, es
una vaina de constancia.
Si, pero ¿en qué momento decidiste trabajar
como dibujante?
Cuando comencé a estudiar animación en el Centro
de Estudio de Cine Animado CESCA, yo sabía más o menos dibujar, las
primeras cosas que había hecho eran durante el colegio, incluso mis cuadernos
estaban la mitad dibujados y el resto con la tarea.
Con la llegada de la televisión comencé a ver
dibujos animados muy seguidos como Meteoro, El Príncipe Planeta, El As del espacio. Me gustaba
el dibujo, pero también me gustaba que se moviera. No solo era dibujar por
hacer una historieta como tal, que era lo que yo hacía en el colegio todo el
tiempo. Adaptaba las películas que veía y se las daba a mis amigos en el salón
y a veces hacia historietas de las circunstancias que nos pasaban a nosotros en
la clase y yo las dibujaba.
En tal caso, la historieta, el dibujo y la animación
están entrelazadas desde muy temprano, casi no hay separación
Desde el comienzo. No, porque el estilo de
dibujar te lo va dando la forma de animar, puedes ser un buen dibujante de
historieta, pero para hacer animación necesitas un estilo especifico, no el del
dibujo de historieta que es más estilizado, el dibujo animado es más simple.
¿Cuéntanos de tus años en CESCA, cómo fueron
tus estudios a quienes conociste, cuáles fueron tus profesores?
Fui a CESCA por una inquietud
que ya tenía desde el 3er año de media. Quería irme a estudiar, dibujo,
caricatura, historietas y no había ninguna academia, instituto, donde poder
aprender esas cosas, entonces alguien me habló del SENATI (Servicio
Nacional de Adiestramiento en Trabajo Industrial) donde daban cursos de
dibujo, diseño y yo no conocía eso, así que me animé a tratar esa opción,
incluso casi dejo el colegio al tercer año, porque en el SENATI te
recibían a partir del tercer año, pero mi mamá se opuso a que dejara el
colegio.
Yo seguía dibujando en mis cuadernos, hacía mis
historietas, caricaturas de los profesores, de mis compañeros, todos los
cuadernos estaban así, hasta que un día salió un aviso en el periódico y un
amigo muy cercano, me avisó a fines del 1978, era como septiembre
acabando el colegio, que el 15 de octubre empezaba un curso de dibujo animado
con un animador que venía de Disney a enseñar en CESCA y
salimos corriendo a inscribirnos, pero en realidad el animador venia de Venezuela.
Nos inscribimos y empecé a estudiar, paralelamente mientras terminaba el
colegio me iba a estudiar, a las 4pm entraba y salía como a las 6pm. Los
primeros pasos de la animación nos los enseño Pedro Vivas y Carlos
Morán, que fueron maestros míos y también de Javier Prado, Carlos
Campos, Julio Carrión (Karry), a quienes conozco
desde que tenía 16 años, son mis amigos más allegados.
Cuando estábamos estudiando, éramos varias
promociones al terminar la primera etapa de la enseñanza, nos pasaron a Pro
CESCA Films que ya tenía intenciones de convertirse en una productora
de animación, tanto era así que llegaron a tener como 70 personas, básicamente éramos
alumnos que ya comenzábamos a hacer cosas.
¿Cuánto tiempo estuviste en CESCA?
Desde el 1978 hasta fines
del 1980, estudiando y haciendo cosas, hicimos un corto que se
llamó “Grau, caballero de los mares”, que lo pidió la marina mercante de
esa época.
¿Fue tu primer trabajo remunerado?
Digamos que sí, porque la primera parte fue
hecha por los practicantes que éramos nosotros, pero continuamos trabajando
ahí, entonces empezaron a darnos unas propinas terminando Grau y
comenzamos a hacer otras cosas que ahora no las recuerdo y nos daban unas
propinas más grandes para tenernos ahí. La intención era buena y muy
interesante. Si hubiera tenido apoyo, con un poco más de perseverancia en los
que dirigían el asunto nos hubiéramos quedado, sino todos, la gran mayoría. Si
este hubiera sido otro país, si hubiéramos estado en Japón seguramente
estuviéramos haciendo dibujos animados de una forma mucho más profesional, que
lo que se hace normalmente en estos países que todavía no alcanzan un estándar
suficiente de animación.
Tu formación comienza estudiando animación en
CESCA, ¿cómo empieza tu vida laboral?
Bueno, yo pasé por varias fábricas, pegando
precios, en ese pequeño lapso que salí de CESCA, salieron la
mayoría, se quedaron solo algunos, cada uno se fue por su lado, quisimos hacer
algo porque se salieron los profesores también, pero no cuajó mucho, solo fue
un intento y teníamos ya 18 años, con necesidades económicas urgentes y empecé
a trabajar en una fábrica por 20 días, 30 días, la época más aburrida de mi
vida lo he pasado ahí, haciendo esas cosa, también fui cobrador de micro los
meses de vacaciones de verano. Yo seguía haciendo mis dibujitos hasta que
ocurrió una anécdota importante que termina años después, ya había subido al
poder Fernando Belaunde y el periodista de espectáculos Guido
Monteverde sacó un periódico tabloide que luego convirtió en algo de
bolsillo y eso fue mucho antes de que yo llegará al diario Ojo.
¿El periódico era “PM”?
Exactamente “PM”, yo intenté hacer una
portada, fui allá y me presenté con todos los dibujos que hacía en esa época,
con plumilla, lapicero y lo busqué al hermano, que era el jefe de redacción, el
director era Guido Monteverde, entonces me acerqué, le dije: “señor,
yo soy dibujante y me gustaría colaborar con el periódico”, me trató muy bien,
me dijo: “necesitamos una portada para mañana”, “¡en serio!”, tenía mis cosas
que había hecho pero no era para tanto. Fui a mi casa, me desbaraté dibujando
la portada, me pidió que dibujará a Belaunde crucificado con
dos cruces al lado, era una portada de humor para el periódico y era la primera
vez que yo hacía eso, y la hice, me maté hasta tarde.
Al día siguiente fui corriendo temprano, se la llevé
al tipo para que la viera y me dijo: “oye, está bien, está bien, voy a
presentárselo a Guido a ver que dice”, me dejó a un lado y se
fue adentro, cuando al rato me dice: “ven que Guido quiere
hablar contigo”, yo estaba nervioso pues esa portada la hice copiando un montón
de caricaturas porque no las hacía bien y la armé de esa manera, entré a una
oficina y Guido Monteverde me dice: “ah tu eres el dibujante”
y me la devolvió: “mira te voy a decir una cosa, tu dibujo no está a la altura
de mi periódico, está más o menos, sigue practicando que algún día vas a
hacerlo mejor”, bueno, me tuve que ir, “tu dibujo no está a la altura
de mi periódico”, me cagó, estaba destrozado psicológicamente.
Saliendo de CESCA no tenía
chamba, me dediqué a otras cosas, pero como dibujaba comics y compraba el
diario Ojo los fines de semana por ver al gran humorista
gráfico Crose pensé: “¡porque no voy a ver a Crose!”,
fui a buscarlo, me metí en el periódico preguntando: “quiero hablar con el
señor Crose”. En eso Crose me hizo pasar, me
presenté como admirador suyo: “¡qué quieres!”, me dijo Crose,
“¡quiero dibujar, trabajar!”, y le saqué todos los dibujitos que tenía. Crose respondió:
“¡ah, pero aquí no se puede hacer historietas!, te propongo algo ¿porque no
inventas una tira de acción?”.
¿Ahí es cuando nace “El Tigre”?
“Has una cosa como un detective, al director le
gustan las cosas policiales”. Entonces hice un personaje policial, como me
gustaba Bruce Lee dibuje un detective tipo Bruce Lee,
hice el dibujo pero no tenía el nombre, entonces la segunda vez cuando vuelvo a
ver a Crose, me dice: “¡mira qué le parece, vamos a ponerle de
nombre “El Tigre”, no te
preocupes!”, me mandó hacer los loguitos del Tigre y se lo presentamos al director, porque el
director de Ojo en esa época era Agustín Figueroa que
le decían el Tigre y fue
por eso que la tira se llamó “El Tigre”. Duré seis meses
trabajando allí, empecé en noviembre del 1981, la
última historia no la terminé, por ello perdí la tira.
¿Fue tu primer trabajo de corte realista?
Fue la primera aparición mía en el periodismo.
¿Que vino después?
Al terminar “El Tigre” me quedé en
el aire, empecé a hacer dibujo animado porque llegó un amigo de Venezuela, Benicio
Vicente, que había trabajado con Félix Nakamura allá y era
amigo de los otros dos profesores de CESCA, vino y puso una empresa
que se llamó Antarki Films, era de animación para publicidad y
empecé a hacer animación. Llegó Benicio y me cayó a pelo, me
conocía del grupo de CESCA, trabajaba también Carlos Campos y
otros más, empezamos de manera constante, la primera animación que hicimos
fue Chocopresto, a inicios de 1983, eso continuó sin
parar hasta el final, pero yo quería seguir trabajando en la prensa, en eso
apareció la revista “Visión Peruana” dirigida por César Hildebrandt.
Yo llegué cuando Hildebrandt ya estaba saliendo del
directorio, había conocido a algunas personalidades que trabajaban ahí
como Nilo Espinoza, Arturo Corcuera, Víctor
Escalante y esa revista fue el comienzo para poder hacer caricaturas.
Entonces fue en 1985 que comenzaste a hacer
caricaturas ya profesionalmente
Yo regresé al diario Ojo cuando
estaba Dionisio Torres, por solo una etapa de seis meses. De “Visión Peruana” me
pasé a Ojo, y después al diario “La República”. Esa
etapa de un año en “Visión Peruana” hice humor político, hice
caricaturas porque me influenció un libro que me dio Víctor Escalante,
del norteamericano David Levine (1926-2009) uno de los
mejores caricaturistas de periódico de opinión, es mi referente, también lo
fue Carlín, quien tenía el estilo de Levine en los
ochentas.
¿La revista de humor político “Monos y monadas”
también fue un referente?
Por supuesto, pero el único rescatable para lo
que yo quería hacer era Carlín.
El 1985 empezaste a hacer caricaturas y para
1988 hiciste una exposición en el ICPNA del Centro de Lima, con originales muy
sólidos, con trabajos de alto nivel de demostraban talento
Eso era la acumulación de varios trabajos que
había hecho en “La República” originales
a lápiz, a color, alguna acuarela.
¿Como llegaste al diario La República?
Porque estaba Nilo Espinoza. Salí de “Visión Peruana” y
volví a Ojo, pensando en hacer caricaturas, pero terminé haciendo
ilustraciones al estilo de Dionisio Torres, previamente antes de “Visón
Peruana” estuve en el diario Extra, donde reemplazaba por
un tiempo a Dioniso y a Gino
Ceccarelli que también dibujaba en ese periódico y a quien ya conocía desde
las aulas del Colegio Lima San Carlos, él fue compañero de
pupitre en los últimos años de colegio. Y a Dionisio lo conocía de la primera etapa mía en Ojo. Entonces, como decía, luego de “Visión Peruana” regresé
a Ojo por seis meses a hacer ilustraciones de las noticias
ruidosas más que las caricaturas de corte político que era lo que ya había
experimentado en “Visión Peruana” y quería desarrollar.
Paralelamente con eso también hacía una tira diaria en Expreso llamada “Los Roncal”,
oportunidad que me la dio el periodista Federico
Prieto Celli y que duró más de tres años, incluso mudado ya en Venezuela seguía mandando tiras por
correo.
En los ochentas alternas la animación con la
caricatura y la ilustración ¿El Manuel Loayza caricaturista donde se forma?
Yo creo que en “Visión Peruana” y
luego dos años en “La República”, del 1987 al 1989. Nilo
Espinoza que era director del suplemento dominical me dijo: “ven para
acá, para que hagas caricaturas con nosotros, me han encargado el Dominical del
periódico”. Creo que tuve buenos chispazos como caricaturista, en esa etapa,
claro que tenía como inspiración a los franceses Jean Mulatier (1947),
Jean-Claude Morchoisne (1944)
y Ricord. En esa etapa ya no seguía tanto ha Carlín.
Por cierto, conocí
a los caricaturistas franceses gracias
al consejo de Jesús Ruiz Durand,
otro de los que yo llamo “mis mentores”, quien me regaló unos libros de esos
artistas y me quedé impactado. A la vez que publicaba en el Dominical de “La República”, me dieron la oportunidad de hacer caricaturas de
personajes del arte, literatura y farándula en el suplemento de los viernes; el
VSD dirigido por mi amiga Maritza Espinoza. Creo que fue ahí
donde me desarrollé más como caricaturista de rostros y en el Dominical probé la experiencia de la
crítica política y también sus consecuencias. Al leer el artículo que va ser
publicado uno se convierte en un intérprete de lo que dice el artículo, cuando
realiza la caricatura.
¿Qué balance te dejó tu paso por el diario “La Republica” ?, que marca tu momento
de juvenil madurez en la prensa peruana.
La mejor etapa productiva de lo que es aprendizaje
y poder poner en práctica mis conocimientos sobre caricatura. La entrada al
mundo de la lectura, comencé a conectarme con amigos de peso en el ámbito de la
literatura, el diseño, la pintura, el periodismo. crecí como artista y como ser
humano
¿Cuál fue el inesperado desenlace de la anécdota con el periodista
de espectáculos Guido Monteverde?
Luego de consolidarme un poco más como
caricaturista en “La República”,
publicar semanalmente muchas caricaturas y humor, creo que ya mi nombre sonaba
un poquito más, así que por esos días de finales del 1987-creo- tuve que hacer una caricatura para el VSD de Guido Monteverde por un proyecto que tenía en manos, pues bien, la
hice, listo. Se publicó. Me olvidé de eso, pero a los pocos días el señor este,
se aparece en la redacción del periódico buscándome, -la primera vez que vino,
no me había encontrado, pero esta vez estaba yo ahí, así que se me acercó y me
pregunto, si era Loayza, el
caricaturista, le dije que sí, entablamos una pequeña conversación.
Me agradeció por la caricatura que le había
hecho - para ser honesto no lo hice con mucho cariño, así que no diría que era
de lo mejor - seguimos hablando sobre mi trabajo y después sobre su proyecto
farandulero, donde necesitaba de mis caricaturas, etc., yo lo quedé mirando,
agarré el medio “machote” que me mostraba de su revista, así que lo tomé, y con
el mismo gesto de superioridad con que él me había hablado casi una década
antes, sobre lo malo que era mi trabajo, ahora me tocaba a mí, ASÍ QUE LE DIJE, con ínfulas: “lo
que pasa es que su revista no está a la altura de mis dibujos, señor” –un
momento de silencio…me miraba, miraba su machote, me miraba, le estaba
cambiando el color de la cara, cuando se da cuenta y me dice: “TÚ, TÚ eres el chibolo de mierda que llegó
a mi redacción aquella vezzz!!!”.
Y se comenzó a reír y me dijo con un gesto de
desahogo y resignación “¡puta que
pequeño que es el mundo, un pañuelo! Me lo merezco, ¿no?”. Y me dio la
mano. Yo seguía riendo, creo que también de desahogo y por haberme cobrado una “arruga” que me marcó un tiempo.
Quedamos en contactarnos, algo que nunca pasó.
El año 1988 se fundó en Lima “El Club Nazca de la historieta peruana”, que es el primer
intento organizado de promover y difundir el comic en nuestro país. Fuiste
parte de su gestación y su primer presidente. ¿Qué recuerdos tienes de todo
ello? ¿Puedes contarnos como se dio este valioso esfuerzo por la historieta
peruana?
Pues digamos, que las
inquietudes de varios años se concretaban por fin en ese proyecto, el juntarnos
casi todos desde Julito Polar, Mario Luccioni, Javier Prado,
Karry, Carlucho, Calbur, Dionisio, y tantos otros
que no recuerdo, fue un hecho sin precedentes hasta ese momento. Marcó un hito,
un antes y un después. Gracias a ustedes me convertí en el primer presidente,
aunque realmente creo que eso era “una dirigencia colectiva”. Dentro del tiempo
que estuve se cristalizó la primera exposición en el ICPNA unos meses
después de mi muestra.
Lamentablemente yo
tuve que viajar a Venezuela y no pude continuar, en realidad para ser
honestos el Club Nazca hizo muchas cosas gracias al empuje de ustedes y
en especial al esfuerzo y dedicación de Javier Prado. Digamos,
parafraseando a los políticos de siempre: “en “mi administración” solo hicimos
el lanzamiento del grupo y las primeras ideas para una exposición
introductoria” que las concretó Javier, el resto se hizo por ustedes.
Aunque el devenir del país y sus altibajos no contribuían mucho al desarrollo
de estos movimientos, a pesar de eso ustedes avanzaron bastante. La crisis del 80s
era terrible, fue heroico hacer las cosas que hacíamos. recuerdo que yo trabajaba
en cinco diarios a la vez firmando diferente, para poder sacar algo de dinero. La
República, Expreso, El Nacional, La Revista Somos
etc...
En los ochentas la caricatura aún no gozaba del
reconocimiento que ahora posee, al igual que la historieta. ¿Cuál es la
historia secreta de la exposición individual del ICPNA de 1988? ¿Cómo lograste
acceder a esa prestigiosa galería limeña, donde exhibiste tus trabajos más
brillantes de caricatura de ese momento?
Sobre la exposición de ICPNA en 1988, mi amigo
y mentor Víctor Escalante, me
animaba a hacer una exposición, que ya estaba en tiempo de hacerla, que mi
trabajo era de lo mejor, que necesitaba ponerlo en “vitrina”, me contactó con
amigos de él en el Instituto, así se concretó mi primera muestra individual en
octubre de 1988, por cierto, por
coincidencia esos días de la inauguración también me casaba con mi esposa Amelia. En un titular de la nota de
sociales que me hicieron en VSD
pusieron “Inauguraciones de Loayza”.
La exposición individual fue una recopilación de los trabajos publicados
en “La República” básicamente, una
que otra de Ojo y otras inéditas y experimentales, como la que
hice de Luis Bedoya Reyes con frutas y
vegetales …. Ojalá pudiera rescatarla, por cierto, se la vendí a uno de los
accionistas Carlos Maraví por solo 50 dólares para la bolsa de viaje que
necesitaba. Y otra al diputado Aurelio
Loret de Mola, el de Satchmo (Louis
Armstrong) por casi lo mismo, no querían pagar más,
imagínate.
Justo en 1989 partes del Perú. ¿Como se da el
viaje a Venezuela?
Primero había una crisis tremenda aquí, los
coches bomba de Sendero Luminoso, la falta de agua, la economía
estaba en el piso. Aquí es donde digo sobre las “consecuencias” de hacer
caricatura política se hacen presente; una de las razones para querer irme de
viaje fue por una amenaza que me hicieron por teléfono a la redacción del periódico.
Una llamada: una voz diciendo “no te
metas con el presidente Gonzalo, concha tu madre”, eso fue la gota que derramó el vaso, a parte, yo tenía muchas
ganas de salir también.
Benicio Vicente, con quien hacía dibujo animado y que venía de Venezuela trabajó
allá con Félix Nakamura que era director de un departamento dentro
de la “Universidad Simón Bolívar” de Caracas, que se estaba dedicando a la animación, empecé a mantener
correspondencia con él y le expresé mi interés de viajar, de ver que
posibilidades había y justo como Félix estaba armando todo el
departamento tenía necesidad de gente, así que aceptó pues. Me ayudaron con el
viaje, pagué solos una parte de mi pasaje, llegué a un sitio donde me tuvieron
un tiempo y comenzamos a hacer animación de corte institucional y algunas cosas
que se hacían por debajo como comerciales de televisión para mantenernos, pero
tampoco duramos mucho, solo seis meses, porque
Félix Nakamura tenía su carácter y yo tengo el mío, no nos
soportamos mucho, terminamos peleando y entonces me fui, para eso ya había
conocido otros animadores y gente vinculada a la publicidad. Así que me fui por
ese camino.
¿Cuáles fueron las condiciones que encontraste
en Venezuela que te permitieron quedarte? Me imagino que viajaste con mucho
ánimo y en un momento tuviste claro que te podías quedar
Mira, date cuenta que fui en un momento en que
estaba muy difícil la adaptación en Venezuela por el Caracazo (protestas
populares con 3000 muertos producto de los ajustes neoliberales del gobierno),
yo llegué a los dos meses, pero en relación con la crisis de los medios
peruanos, como estaba la realidad en el Perú, siempre había una
variación grande. Yo no tenía ningún problema y por eso me quedé, me interesó
la gente que conocí aparte de Félix, con quien después volvimos a
trabajar, seguimos siendo amigos hasta que él murió de cáncer aquí en Lima, en 1999, en ese momento fue la cuestión. Como ya conocía mucha gente
comencé a hacer trabajos para publicidad, de ilustrador freelance y
de eso había mucho trabajo, afortunadamente tuve por todos lados buena
aceptación.
A pesar de ser extranjero y del momento crítico
en que llegaste a Venezuela, las condiciones eran más optimas que las del Perú
En ese sentido sí. Mi esposa se fue conmigo a
los dos meses que yo viajé y fue un gran apoyo porque no estaba solo, gente muy
buena me ayudó, me prestaron un apartamento por un año, solo tenía que pagar la
luz, fue un poco que llegaste y te dieron todo.
¿Crees que tuviste suerte?
Creo que tuve un rango de suerte como en todas
las cosas, porque yo sabía de gente que llegó allá y les pasó de todo, tuvieron
que regresarse, incluso heridos pues en ese momento la violencia era muy
fuerte, delincuencialmente hablando. Me fue bien y poco a poco fui haciéndome
conocido, tanto así que en los primeros ocho meses que llegué a Venezuela el
trabajo más importante que me mandaron hacer fue la tarjeta de Navidad del
presidente Carlos Andrés Pérez.
Vaya, muy rápido te situaste y conseguiste
prestigio gráfico
Entré a un periódico que se llamaba El
Diario de Caracas donde tenía una página de humor “Cogollo
News”, que salía todos los jueves, de humor irónico, parodias de las
noticias. Creaba, inventaba noticias, buscaba una foto en el periódico y creaba
una historia, por ejemplo: la foto de un perro detrás del amo y ponía una
historia: “perros sacan a pasear a sus amos, federación de Amos pone carta de
protesta ante la fiscalía 3ra en lo contencioso familiar, por maltrato perruno,
dos horas de paseo no son suficiente, expresaban” cosas como eso. Me gustaba el
humor absurdo mezclado con la política. Tenía buena aceptación entre los
lectores y entre los periodistas que siempre me celebraban.
¿Alternabas la animación con la prensa?
Yo nunca dejé de hacer animación.
¿Cuáles crees que fueron tus hitos laborales
más importantes en Venezuela?
Para la prensa, las caricaturas que hice en el “El
Diario de Caracas”, era de las mejores cosas que hacía allá, mejores que
las que hice para “La República”, había como más soltura, las conseguía
más rápido, no me demoraba tanto, como en esta última etapa antes de venir para
acá (Lima), yo ya había dejado de hacer caricaturas, como tres
años, muy rara vez dibujaba algo que me pedían y me salía muy forzado, había
perdido esa habilidad para hacer caricaturas, tuve que volver a reeducarme para
poder hacerlas, para traerlas a la reciente exposición en La Casona de
San Marcos, muchas caricaturas las hice de nuevo, como la de Julio
Ramon Ribeyro, Emiliano Zapata. Fue volver a sentarme como
caricaturista, porque estuve dedicándome durante años, mucho a la animación y
la ilustración para niños.
Cuéntanos sobre tu faceta de ilustrador para
niños
Fue a partir de 2000 que
entraron las editoriales a mi vida. Como yo hago animación y siempre hice
ilustración, pero no me dedicaba a lo infantil desde la época que ilustraba
para Editorial Bruño (Perú), entonces
hubo un pequeño chance con Santillana
y me dije “voy a explotarlo a ver qué pasa”, empecé a dibujar y se convirtió en
otra fuente de ingresos y una nueva práctica de estilos para libros infantiles.
La animación nunca la dejaste
Yo he seguido haciendo animación desde que me
fui del Perú hasta ahora. En trabajo freelance, proyectos
personales míos que yo mismo los he hecho, que están en maqueta para un
proyecto como cuentos latinoamericanos, por ejemplo. Donde me preocupo más por
el mensaje que por la animación, porque he llegado a la siguiente conclusión:
“de que sirve hacer una película dysneana, perfecta en la
animación, si el contenido es una mierda”, si el mensaje que se da a la gente
no pasa de ser lugares comunes, como “la princesita y el sapito”, huevadas
esas.
¿Has retomado la historieta?
Si, pero con el proyecto de Bolívar,
“Anécdotas
olvidadas de Bolívar”, allí he vuelto a hacer historieta, incluso
con una que se llama “Florentino y el diablo”, es una
canción, que se ha publicado para la prensa.
¿Lo has recopilado en libro?
No. Es algo pendiente que tengo. Se publicaron
en el diario Nacional y en El Correo. El proyecto
de Bolívar es de ahora último. Los materiales publicados en la
prensa eran otra cosa, adaptaba cuentos latinoamericanos de Augusto Monterroso para
la historieta, como hice en el Perú con “El sueño
del pongo”, de José María Arguedas, “Paco Yunque”,
de César Vallejo.
¿Cómo observas el desarrollo de la historieta
en Venezuela?
El nivel de historieta en Venezuela está
muy bajo, todavía en proceso. Yo pertenezco a un colectivo que se llama RING (Red
de dibujo y de narradores gráficos), donde estamos juntando a todo el que
dibuje o pinte, que haga guiones para hacer historieta, animadores incluso.
Todo el que tenga que ver con el mundo de la ilustración y la animación, pero
la mayoría de los inscritos son chicos muy jóvenes que están en proceso de aprender,
solamente hay unos cuantos con nivel para publicar. Nos hemos dado cuenta que
el verdadero trabajo por que hacer está en eso, ayudarlos, potenciarlos.
¿Cuáles son las escuelas de dibujo y animación
en Venezuela?
Hay varios que tienen su trayectoria: el
de Sancho, y el maestro Raúl
Ávila, que dan talleres casi siempre, donde la mayoría de los chicos
caen ahí a aprender a dibujar y hacer historietas, después no conozco otros.
Ahora nosotros queremos hacer talleres. Hicimos algunos muy esporádicamente, es
que también el trabajo a cada uno lo absorbe mucho. Para ese colectivo hay que
tener algunos días, nos reunimos a veces un fin de semana o para hacer alguna
actividad, pero no es constante y ese es el problema.
¿Has pensado en volver al Perú?
Últimamente, pero por cuestiones familiares,
tengo 25 años en Venezuela, pero no tengo familia, tengo uno que
otro amigo, mi esposa igual y mi hija no sabía lo que era familia hasta que la
trajimos el año pasado para que interrelacione con sus primos y se dio cuenta
que había como 20 primos acá, cosa que no conocía. Hay un querer regresar, pero
más que todo por una cuestión familiar.
Pero las posibilidades laborales siguen siendo
más sólidas en Venezuela
Hasta el día de hoy, enormemente. Lo que pasa
es que en el Perú está todo por hacerse. Hay muchas
posibilidades, habemos gente que queremos hacerlo, lo que se requiere es un
poco más de fuerza para mover eso con ganas.
¿Como ves Venezuela después de este tiempo, y
tu propia trayectoria profesional?
Hay muchísimas más posibilidades de trabajo,
aparte que uno ya se ha consolidado en su forma de trabajar, ya todo el mundo
me conoce a mí, soy como un pequeño referente para algunas cosas, he ganado
varios Premios, ahí y afuera, ya hay una cierta consolidación de lo que es uno.
No deja de haber siempre un toque de suerte en todo, es muy importante, aunque
parezca mentira, en el momento exacto, en el instante preciso está uno ahí y
hace las cosas que debe hacer, por supuesto con todos los conocimientos que uno
tiene ahora. Hay gente muy buena también, incluso gente que ha debido merecerse
esos Premios. Yo estoy contento por lo que he hecho en ese sentido, pero no
estoy del todo satisfecho con lo que he debido hacer, creo que he podido dar
más.
El año 2000 ganaste el Premio SIP otorgado por
la Sociedad Interamericana de Prensa, el galardón más valioso que has
logrado. Coméntanos sobre este gran Premio que obtuviste y que pocos
conocen.
Para esa época ya
estaba establecido en Caracas y trabajaba en el Diario El Nacional
uno de los más importantes, para esa época yo hacía muchas caricaturas e
ilustraba algunas columnas de periodistas e intelectuales importantes, así que
llegaba otro año y un aniversario más de la SIP y siempre convocan a
todos los profesionales de los distintos periódicos, desde Canadá hasta
la Patagonia a presentar sus trabajos más representativos del año que
pasaba, me postularon y gané. Tuve que ir hasta Santiago de Chile a
recibir el premio, un diploma y unos generosos 2 mil dólares.
El año 1998
había ganado en Caracas el premio Pedro León Zapata al mejor caricaturista de la prensa nacional,
en 1999 un premio especial al mejor desempeño dentro del periódico y así
que estaba eufórico con todo eso imagínate, dos años después el corto animado “Bolívar,
canto al libertador” donde fui el director de animación, ganaba el premio
al mejor corto de animación, otorgado por la ANAC (Asociación nacional de actores de
Venezuela), luego, el año siguiente por el CENAC- Centro Nacional
Autónomo de Cinematografía, ese mismo corto, al otro año después ganó una mención “por su
interés social” en el primer festival de animación de Tenerife - España.
Después vinieron
otros en Colombia, Rumania, otra vez Venezuela en el 2010
el Premio Municipal “Leoncio Martínez” de caricatura y otro Premio
Municipal Mención Honorífica Bicentenario, por la animación en dos
dimensiones dedicado al tema del Bicentenario de la Independencia…y no
he participado en ningún otro desde esa lejana vez…jajaja.
¿Cuáles son tus proyectos en carpeta?
Ahorita tengo un cortometraje para hacer, hay
una serie de mi personaje que se llama “El sobreviviente” y más que todo
los cuentos latinoamericanos, me
interesa mucho la literatura llevada a la animación. Las posibilidades se han
abierto bastante porque Venezuela ya entró a lo que es la
televisión digital.
Los que pienso adaptar son básicamente cuentos
fantásticos, me gusta mucho el género fantástico. Hay varios títulos,
como: “El eclipse” de Augusto Monterroso, “El libro de
arena” de Jorge Luis Borges, “Los
lingüistas” de Mario Benedetti, “La muerte en Samarra” de Gabriel
García Márquez, ese tipo de cosas, cuentos cortos tipo capsulas de
animación, que duran dos, tres minutos, hasta cinco. Estos proyectos son para
la televisión, en Venezuela hay televisión digital pero lo que
todavía no hay es producción.
Empezaste a estudiar a fines de los setentas,
¿como ves está revolución de los medios audiovisuales en la animación que es tu
campo?
Espectacular. Las posibilidades hoy son
infinitas. Antes para hacer un comercial de treinta segundos nos demorábamos
hasta tres semanas, porque había que dibujar, bocetar, calcar, rellenar y con
más de cinco personas trabajando, pintando, haciendo los fondos, después
filmarlo y eso podía durar también una semana, dependiendo de lo difícil.
En cambio, ahora me hago yo sólo un minuto, dos minutos en un día, con música y
todo. Uno mismo lo dibuja y lo pinta en la computadora, claro, me refiero a una
sacada de mierda, pero estoy hablando hasta donde puede llegar uno. Yo
puedo hacer hasta veinte segundos, en un full day, en un día, pero se puede
llegar a hacer eso y hasta más, para que tu veas la diferencia. La tecnología
ha revolucionado la animación por competo.
En el Perú, el Manuel Loayza que más se conoce
es el de dibujante de caricaturas, esa es tu faceta no solo más conocida, sino
la más valorada, ¿piensas continuar?
Ahora sí, sabes, yo había dejado de hacer
caricaturas como tres años atrás y le sentí otra vez el gusto, cuando volví a
hacer a Julio Ramon Ribeyro, Manuel Scorza, Arturo Corcuera para
la exposición en La Casona de San Marcos en este 2013. Volver a sentir esa cosa que uno sentía
cuando parecía que estaba amasando algo, lo jalaba, lo estiraba. Una práctica
para hacer caricaturas es usar la plastilina, eso es lo más básico. De alguna
manera, voy a retomarlo de a pocos.
¿Colaboraste en la revista “Monalisa”?
No, esa revista es de Karry (Julio
Carrión), estuvo también Calbur (Carlos Albuquerque).
Nosotros sacamos una revista de humor, no bien salimos de CESCA, una
revista que nos estafaron. Sacamos dos números y se llamaba “Pingochet”.
Era una sola hoja, una especia de A4 doblada, algo subida de tono. Pero eso fue
a comienzos de 1980, nada estaba
claro para mí todavía.
¿Como ves la situación profesional del
dibujante peruano, comparando el Perú que dejaste a fines de los ochentas con
el actual momento?
Creo que básicamente sigue estando casi igual,
en el sentido laboral, gente peleando para que le paguen, recibiendo sueldos
miserables o haciendo cualquier cosa para mantener su empleo, que no se lo
quiten y eso contraviene con todas las cosas que yo pienso ahora. La peruana es
una sociedad demasiado injusta, a veces muy clasista. Ahora a nivel de
dibujantes, de los que yo conozco es Karry quien está haciendo
cosas espectaculares, es uno de los mejores, tanto es así, que había un grupo
separado por cuestiones poco comprensibles de nosotros y ahora Karry se
ha vuelto una especie de puente entre esos dos grupos que antes se veían desde
lejos pero que jamás se daban la mano, por los mojones mentales de cada uno, o
por lo menos eso es lo que percibíamos.
Karry no solo es un dibujante talentoso, es
artista gráfico el que más premios internacionales a recibido, pero no es muy
conocido por los lectores, se encuentra alejado del mundo mediático.
Tiene más de 40 premios, yo apenas tengo
algunos más de seis, imagínate, sus trabajos son excelentes, en el campo
mediático que se vive aquí, hay solamente un porcentaje que mide ese tipo de
cosas, claro no es tan conocido como Carlín, por ejemplo, el
referente máximo de las caricaturas en el Perú. Carlín creo
que no ha ganado ni un Premio, es muy conocido aquí, pero afuera lo conocen muy
poco, pasa lo contrario con Karry, pero en el mundo donde nos
movemos los dibujantes todos sabemos quién es Julio Carrión.
Él es uno de los dibujantes más importantes que ha surgido y Mechain,
para mí, él es uno de los mejores caricaturistas, sino el mejor que hay en la
actualidad, pero creo que no aprecian todavía su trabajo como debería ser,
ojalá eso cambie en los próximos años. Me da la sensación que hay ciertas cosas
que mantienen a lo bueno que está saliendo, como relegado, pareciera que
hubiera una especie de conspiración para que los que están apareciendo con mucha
fuerza no sean tomados en cuenta. –eso era hace 4 años-
¿El mercado peruano todavía es chico para los
dibujantes peruanos?
Yo creo que no hay mercado, es un grave
problema. Te vas a las editoriales y te quieren pagar unos
reales por cada dibujo. Ah, por cierto, yo pasé también por Editorial Bruño, haciendo cosas
para los colegios con Carlucho. Aparte con él hicimos un cómic que
se llamaba “El cholo Vallejo” para la editorial de mi amigo Odar Roncal y su hermano. Me dicen que se ha convertido,
según decreto del Ministerio de Educación, en un apoyo didáctico
para los colegios de los primeros años.
¿Hay dibujantes contemporáneos que admires?
Me agradan las historietas del
norteamericano Mike Mignola (Hellboy). En Latinoamérica me
gustan Raúl Ávila, un gran maestro
de la ilustración y la animación, un argentino que reside en Venezuela. Y entre los humoristas, mi
compadre Karry, el mexico-cubano Boligan, y los clásicos como Quino,
después Caloi, Fontanarrosa, pero hasta ahí llegué. Ahora sé que
hay algunos humoristas muy buenos que vienen al Perú como Liniers, pero
no me gusta ese tipo de humor, no me preguntes por qué, tal vez sea algo
subjetivo. Como dijo Quino: “yo me jodí con los Beatles,
después de ellos no escuche nada más”. Claro en Europa hay
otros, la gente que sale en la revista “El jueves”, ellos me parecen estupendos, es otro tipo de humor,
más áspero, más crítico, pero en el sentido político, me gusta mucho, pero para
reír, no paro de hacerlo.
La exposición en “La Casona de San Marcos” del
2013 “Tintaytantos: Caricaturas de Manuel Loayza”, marcó tu retorno triunfal al
medio peruano ¿Cómo te animaste, radicando en Venezuela, a montar esta
ambiciosa exposición en Lima, logrando el apoyo de San Marcos? ¿Qué balance te
dejó esta valiosa exhibición de tu arte gráfico?
Lo de La
Casona de San Marcos también fue obra de Víctor, pues vine a Lima
en el 2011 para visitar a mi
familia, y llegué también a visitar a Arturo
Corcuera en la Casona, quien era
para ese tiempo un directivo de la casa, así que, junto con German Carnero Roque, director de La Casona,
me dieron la idea de hacer una exposición, pero por mis 30 años de trayectoria,
así que me invitaron, pasó el 2012,
no acabó el mundo, y se puso fecha para los primeros días de abril del 2013, donde estamos ahora. Es una
muestra diría yo, completa, donde están mis primeros pinínos en el cómic como
la tira “El Tigre”, hasta lo último
en caricatura, pasando por la etapa de los periódicos en Lima y Venezuela. Ojalá
les haya gustado…