Por Gabriel Zárate
En tu actual labor como editor en Ediciones Glénat ¿Ves cumplidas tus proyectadas metas iniciales con publicaciones como “Alex Magnum” e “Historias Tremendas” de Enrique Sánchez Abulí? ¿Cuáles son tus mayores satisfacciones editoriales alcanzadas? ¿Y qué expectativas proyectas para los siguientes meses?
Bueno, yo acabo de dimitir como editor en Glénat. Para mí ser editor supongo que es como cuando un director de cine, que tiene cierto éxito, cierta notoriedad, de pronto puede producir películas de otros directores que admira y en realidad ese era un poco mi caso, gracias a que he podido desarrollar una carrera como guionista bastante continua y bastante más uniforme de lo que la mayoría de guionistas pueden conseguir hoy en día, porque si es duro ser dibujante de comics, ser guionista de comics es mucho más duro todavía, pues es muy difícil vivir de ello, pero he sido muy empeñoso en mi carrera como guionista y no le tengo miedo a los riesgos, ni a las malas épocas, he continuado siempre contra viento y marea.
Entonces, para mí ser editor de comics, por un lado, era una especie de segundo sueldo, una segunda fuente de ingresos y por otro lado era la manera también de descubrir autores nuevos, de dar la oportunidad, de dar a conocer autores que estaban sin publicar, que me gustaban. También de recuperar clásicos que yo admiraba, que estaban sin reeditar, pero creía que merecía la pena que el público volviera a conocer. Así que en ese sentido, que te puedo decir, estoy muy contento de haber podido editar autores noveles como Ángel con su libro “Necróticas” que es un autor fantástico de ilustraciones humorísticas relacionadas con el mundo gótico, que me parece un gran humorista y haberle dado un poco la primera oportunidad a varios autores noveles, por así decirlo.
Como además conseguir que gente que yo admiraba, para mí clásicos que admiro, como Abulí, vuelvan a ser publicados. Sacar el "Alex Magnum" (Abuli-Genies) era como una deuda con mi infancia y "Frank Cappa" sobre todo. Ha sido lograr colocar en el mercado una compilación de todas las historias con muchísimo material inédito y de uno de los personajes más importantes del comic español de los años ochentas, de Manfred Sommer. Entonces ser editor, para mí es muy satisfactorio, porque me encanta ayudar a la gente, a los artistas que creo que tienen talento y por circunstancias de lo duro que es este oficio y lo dura que es esta industria, no han tenido la oportunidad de publicar o ser reeditados.
Esa satisfacción de decir: “Puedo dar a conocer gente con mucho talento que aún no ha sido editada como merece” y desenterrar grandes clásicos que por desgracia se olvidan demasiado rápido. En el fondo es un oficio alimenticio, me proporciona una fuente de ingreso que me va muy bien. Pero al mismo tiempo, es una fuente de satisfacción. Ser editor es como cumplir dos necesidades muy a gusto propio.
Tú libro biográfico sobre Charles Williams, “La tormenta y la calma”, un exitoso escritor americano de novela negra de los años 50s, hoy injustamente olvidado. ¿Fue solo el acérrimo entusiasmo del fan, el que te llevo a investigar concienzudamente la vida de Charles Williams? ¿Cuán presente está la sombra de Williams en tu producción escrita, tanto literaria como historietística? ¿Es parte de tu obsesión, el de reivindicar a autores y personajes marginados por el sistema?
Eso me lo pregunto yo todavía. En cuanto a Williams si fue una especie de puro hambre de fan, puro afán de fan. Realmente he sido muy fanático de la obra de Charles Williams, fue mi escritor favorito de adolescencia, supongo junto a Richard Masterson también, pero él ha conservado esa presencia y continúa siendo considerado, mientras que Charles Williams ha sido mucho más olvidado y sí, realmente fue una cuestión de empecinamiento y de obsesión con él. No me podía creer que un escritor de tal calidad fuera tan ignorado y tan olvidado en la actualidad.
Entonces yo al ser un lector precoz de novela negra, pues ya a los diez años leía muchísimos autores de género negro y curiosamente eso produjo que tuviera un bagaje que la mayoría de mi generación no tenía. Eso me hizo coincidir mucho más con una generación anterior a la mía. Cuando yo tenía 20 años de repente descubrí que los autores que a mí me gustaban eran los que les gustaban a una generación española anterior a mí. Es una de las bases de mi amistad con Felipe Hernández Cava. Con él puedo hablar de autores como Williams, William P. McGivern, Ross Mcdonald, de varios novelistas norteamericanos que mi generación no conoce.
Sin embargo a Felipe Hernández Cava y a otras personalidades de su generación les sorprende mucho que yo si los conozca tan bien a esos escritores, entonces eso crea un vinculo inter generacional entre ellos y yo, que básicamente dio sus frutos gracias a la Semana Negra de Guijón, que es el principal festival de género negro que se realiza en España y que valoraba mucho la obra de Charles Williams, pero cuya Cúpula Directiva, que es una generación anterior a la mía, al saber que yo era tan fanático de su obra, confió en mí para auspiciarme el proyecto de poder escribir un libro ensayístico sobre la obra de Williams. Coincidió en que yo iba a ir a EEUU en el año 97 y mi obsesión era seguir el rastro de la vida de Charles Williams.
Empecé visitando su cementerio, descubrí un poquito más sobre su vida. Acabé en Houston, repasando todo su árbol genealógico en los ficheros demográficos de su rama familiar de Houston, porque él era un autor texano y logré contactar con su hija. Me fui a Nueva York y hablé con su antiguo agente Don Condon, que también fue el agente de Ray Bradbury, de muchos clásicos de la ciencia ficción y de la novela negra estadounidense. Afortunadamente todos ellos me dieron muchísima información sobre un autor que está totalmente olvidado en EEUU y de hecho “La tormenta y la calma” es el único libro que existe sobre él.
Entonces para mí fue un suceso averiguar diversas cosas, por ejemplo, en mi libro es la primera vez que se descubre cómo se mató realmente Charles Williams. Hay una leyenda urbana de que se suicidó hundiéndose en un barquito velero que poseía, que es la leyenda que se imprime en todas sus novelas, lo cual descubrí que era falso, que se pegó un tiro directamente con una escopeta en sus peores momentos en un bungaló de California y esto narrado por su hija que fue quien descubrió el cadáver, relatado de primera mano y también tuve la satisfacción que la Semana Negra de Guijón invitó a la hija de Charles Williams para la presentación del libro.
Entonces en ese sentido fue una reconstrucción partiendo de la nada, de una vida muy intensa, muy bonita, pero también muy desgraciada, porque los últimos años de la vida de Charles Williams fueron como una especie de choque. Después de haber tenido mucho éxito y de haber vendido millones de ejemplares en los años 50s, en los años 70s, se encontró con que era un autor que no sabía amoldarse ni adaptarse al nuevo mercado literario norteamericano.
En lo personal fue una experiencia muy traumática, porque por primera vez me percaté que casi todos los autores que me gustaban habían terminado suicidándose. De repente empecé a darme cuenta que todos mis grandes héroes: Robert Howard, el creador de “Conan el Bárbaro”, Emilio Salgari, que fue una de mis primeras lecturas de infancia, José Mallorquí, el creador del personaje “El Coyote”, mi gran influencia española de literatura popular, Charles Williams y un largo etc. Todos acabaron enfrentándose al fracaso y la derrota matándose, y no sé si es por ello, o porque realmente llevo dentro de mí, una especie de interés por el artista fracasado.
Pienso que el artista visionario, que es casi una manera también de contentarme conmigo mismo, siempre se enfrenta a una especie de incomprensión de su entorno, aunque no sea así en la realidad porque un Picasso en pintura, por ejemplo, era un visionario con éxito, pero siento una afinidad por autores malditos, no en el sentido de autores que se consideran malditos, sino autores que son considerados malditos por su entorno y eso siempre me ha fascinado y hay muchos autores estadounidenses de los años 50s que estoy desenterrando continuamente y que siempre me atraen.
Ahora estoy detrás de la figura de Tom T. Chamales, un autor también de los 50s, que escribió un par de novelas bélicas, una es “Cuando hierve la sangre” que se hizo una película en Hollywood con Frank Sinatra de protagonista y la otra es “Desnuda por el mundo”, y es un autor que murió a los 36 años en un incendio alcoholizado, que tuvo mucho éxito en su momento y que nadie se acuerda ya de él. Este tipo de autores olvidados, no sé porque, siempre me ha atraído muchísimo.
Me pasa igual con el cine, me encantan los actores que pasan malas rachas, por ejemplo, era la única persona que veía los films de Mickey Rourke cuando estaba de capa caída y se estrenaban directamente en DVD sus películas, porque nadie las quería ver en cine. Pues yo las alquilaba todas en España, las veía todas. Me encantan los artistas que se enfrentan al ostracismo, a la incomprensión, a la derrota y al fracaso.
No sé porqué siento una especie de afinidad con ello, una especie de masoquismo y de morbidez por la derrota, de la que yo mismo me alimento para luego crear mis propias obras, porque “¡Quítame tus sucias manos de encima!” que figura que es una película nunca hecha, es también un homenaje a un montón de esos artistas hoy olvidados.
Grabación y fotografía: José “Chiqui” Vilca.
Entonces, para mí ser editor de comics, por un lado, era una especie de segundo sueldo, una segunda fuente de ingresos y por otro lado era la manera también de descubrir autores nuevos, de dar la oportunidad, de dar a conocer autores que estaban sin publicar, que me gustaban. También de recuperar clásicos que yo admiraba, que estaban sin reeditar, pero creía que merecía la pena que el público volviera a conocer. Así que en ese sentido, que te puedo decir, estoy muy contento de haber podido editar autores noveles como Ángel con su libro “Necróticas” que es un autor fantástico de ilustraciones humorísticas relacionadas con el mundo gótico, que me parece un gran humorista y haberle dado un poco la primera oportunidad a varios autores noveles, por así decirlo.
Como además conseguir que gente que yo admiraba, para mí clásicos que admiro, como Abulí, vuelvan a ser publicados. Sacar el "Alex Magnum" (Abuli-Genies) era como una deuda con mi infancia y "Frank Cappa" sobre todo. Ha sido lograr colocar en el mercado una compilación de todas las historias con muchísimo material inédito y de uno de los personajes más importantes del comic español de los años ochentas, de Manfred Sommer. Entonces ser editor, para mí es muy satisfactorio, porque me encanta ayudar a la gente, a los artistas que creo que tienen talento y por circunstancias de lo duro que es este oficio y lo dura que es esta industria, no han tenido la oportunidad de publicar o ser reeditados.
Esa satisfacción de decir: “Puedo dar a conocer gente con mucho talento que aún no ha sido editada como merece” y desenterrar grandes clásicos que por desgracia se olvidan demasiado rápido. En el fondo es un oficio alimenticio, me proporciona una fuente de ingreso que me va muy bien. Pero al mismo tiempo, es una fuente de satisfacción. Ser editor es como cumplir dos necesidades muy a gusto propio.
Tú libro biográfico sobre Charles Williams, “La tormenta y la calma”, un exitoso escritor americano de novela negra de los años 50s, hoy injustamente olvidado. ¿Fue solo el acérrimo entusiasmo del fan, el que te llevo a investigar concienzudamente la vida de Charles Williams? ¿Cuán presente está la sombra de Williams en tu producción escrita, tanto literaria como historietística? ¿Es parte de tu obsesión, el de reivindicar a autores y personajes marginados por el sistema?
Eso me lo pregunto yo todavía. En cuanto a Williams si fue una especie de puro hambre de fan, puro afán de fan. Realmente he sido muy fanático de la obra de Charles Williams, fue mi escritor favorito de adolescencia, supongo junto a Richard Masterson también, pero él ha conservado esa presencia y continúa siendo considerado, mientras que Charles Williams ha sido mucho más olvidado y sí, realmente fue una cuestión de empecinamiento y de obsesión con él. No me podía creer que un escritor de tal calidad fuera tan ignorado y tan olvidado en la actualidad.
Entonces yo al ser un lector precoz de novela negra, pues ya a los diez años leía muchísimos autores de género negro y curiosamente eso produjo que tuviera un bagaje que la mayoría de mi generación no tenía. Eso me hizo coincidir mucho más con una generación anterior a la mía. Cuando yo tenía 20 años de repente descubrí que los autores que a mí me gustaban eran los que les gustaban a una generación española anterior a mí. Es una de las bases de mi amistad con Felipe Hernández Cava. Con él puedo hablar de autores como Williams, William P. McGivern, Ross Mcdonald, de varios novelistas norteamericanos que mi generación no conoce.
Sin embargo a Felipe Hernández Cava y a otras personalidades de su generación les sorprende mucho que yo si los conozca tan bien a esos escritores, entonces eso crea un vinculo inter generacional entre ellos y yo, que básicamente dio sus frutos gracias a la Semana Negra de Guijón, que es el principal festival de género negro que se realiza en España y que valoraba mucho la obra de Charles Williams, pero cuya Cúpula Directiva, que es una generación anterior a la mía, al saber que yo era tan fanático de su obra, confió en mí para auspiciarme el proyecto de poder escribir un libro ensayístico sobre la obra de Williams. Coincidió en que yo iba a ir a EEUU en el año 97 y mi obsesión era seguir el rastro de la vida de Charles Williams.
Empecé visitando su cementerio, descubrí un poquito más sobre su vida. Acabé en Houston, repasando todo su árbol genealógico en los ficheros demográficos de su rama familiar de Houston, porque él era un autor texano y logré contactar con su hija. Me fui a Nueva York y hablé con su antiguo agente Don Condon, que también fue el agente de Ray Bradbury, de muchos clásicos de la ciencia ficción y de la novela negra estadounidense. Afortunadamente todos ellos me dieron muchísima información sobre un autor que está totalmente olvidado en EEUU y de hecho “La tormenta y la calma” es el único libro que existe sobre él.
Entonces para mí fue un suceso averiguar diversas cosas, por ejemplo, en mi libro es la primera vez que se descubre cómo se mató realmente Charles Williams. Hay una leyenda urbana de que se suicidó hundiéndose en un barquito velero que poseía, que es la leyenda que se imprime en todas sus novelas, lo cual descubrí que era falso, que se pegó un tiro directamente con una escopeta en sus peores momentos en un bungaló de California y esto narrado por su hija que fue quien descubrió el cadáver, relatado de primera mano y también tuve la satisfacción que la Semana Negra de Guijón invitó a la hija de Charles Williams para la presentación del libro.
Entonces en ese sentido fue una reconstrucción partiendo de la nada, de una vida muy intensa, muy bonita, pero también muy desgraciada, porque los últimos años de la vida de Charles Williams fueron como una especie de choque. Después de haber tenido mucho éxito y de haber vendido millones de ejemplares en los años 50s, en los años 70s, se encontró con que era un autor que no sabía amoldarse ni adaptarse al nuevo mercado literario norteamericano.
En lo personal fue una experiencia muy traumática, porque por primera vez me percaté que casi todos los autores que me gustaban habían terminado suicidándose. De repente empecé a darme cuenta que todos mis grandes héroes: Robert Howard, el creador de “Conan el Bárbaro”, Emilio Salgari, que fue una de mis primeras lecturas de infancia, José Mallorquí, el creador del personaje “El Coyote”, mi gran influencia española de literatura popular, Charles Williams y un largo etc. Todos acabaron enfrentándose al fracaso y la derrota matándose, y no sé si es por ello, o porque realmente llevo dentro de mí, una especie de interés por el artista fracasado.
Pienso que el artista visionario, que es casi una manera también de contentarme conmigo mismo, siempre se enfrenta a una especie de incomprensión de su entorno, aunque no sea así en la realidad porque un Picasso en pintura, por ejemplo, era un visionario con éxito, pero siento una afinidad por autores malditos, no en el sentido de autores que se consideran malditos, sino autores que son considerados malditos por su entorno y eso siempre me ha fascinado y hay muchos autores estadounidenses de los años 50s que estoy desenterrando continuamente y que siempre me atraen.
Ahora estoy detrás de la figura de Tom T. Chamales, un autor también de los 50s, que escribió un par de novelas bélicas, una es “Cuando hierve la sangre” que se hizo una película en Hollywood con Frank Sinatra de protagonista y la otra es “Desnuda por el mundo”, y es un autor que murió a los 36 años en un incendio alcoholizado, que tuvo mucho éxito en su momento y que nadie se acuerda ya de él. Este tipo de autores olvidados, no sé porque, siempre me ha atraído muchísimo.
Me pasa igual con el cine, me encantan los actores que pasan malas rachas, por ejemplo, era la única persona que veía los films de Mickey Rourke cuando estaba de capa caída y se estrenaban directamente en DVD sus películas, porque nadie las quería ver en cine. Pues yo las alquilaba todas en España, las veía todas. Me encantan los artistas que se enfrentan al ostracismo, a la incomprensión, a la derrota y al fracaso.
No sé porqué siento una especie de afinidad con ello, una especie de masoquismo y de morbidez por la derrota, de la que yo mismo me alimento para luego crear mis propias obras, porque “¡Quítame tus sucias manos de encima!” que figura que es una película nunca hecha, es también un homenaje a un montón de esos artistas hoy olvidados.
Grabación y fotografía: José “Chiqui” Vilca.
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