POR ISRAEL PUNZANO (Barcelona)
Con Inside Moebius (Norma), Jean Giraud (París, 1938), ha vuelto a deslumbrar a los amantes de las viñetas. Cuando parecía que ya lo había hecho todo en el mundo del cómic, el padre de Blueberry y del Mayor Fatal ha abierto una nueva puerta para explicarnos la esencia de crear. La obra surge tras su decisión de dejar de fumar yerba. Lógicamente, un encuentro con este gigante de la historieta sólo puede concluir con una pregunta impublicable: "¿Me lo firma?".
El Moebius posmarihuana es también puro Moebius. Habrá oído muchas bromas malas sobre esto...
Descubrí la marihuana en México en 1957. La probé allí por primera vez con artistas que la usaban no para huir de la realidad, sino para aprehenderla y entenderla de una manera diferente a la racional. Ellos usaban la marihuana como una herramienta, no como un remedio para evadirse. Al cumplir los 65 años decidí dejar la marihuana. Creía que iba a ser muy difícil. Entonces empecé un diario de esa aventura personal, pero a las cuatro páginas ya había olvidado mi propósito. En cualquier caso, lo más interesante de ese diario era la posibilidad de aparecer yo mismo como personaje.
Es decir, después de haberlo hecho todo en el mundo del cómic, tiene la sensación de haber descubierto algo nuevo.
Tengo una relación con los lectores muy particular y ahora quiero hablarles de mí en el proceso de creación. Creo que el interés de muchas de mis historias está en ver el trabajo de un artista que trabaja sin red, que toma todos los riesgos.
Para relación particular la que mantiene con su personaje más popular, Blueberry, cuyos álbumes firma con su verdadero nombre, Jean Giraud.
Más que con Blueberry, es con el cómic tradicional, que exige historias coherentes, razones, penas... Blueberry es muy importante para mí. Con esta serie aprendí los mecanismos de la narración del cómic tradicional. Además, me ha permitido mantener una larga relación con el público, porque es un personaje muy conocido, y me ha dado la posibilidad de vivir de una manera agradable. Los libros que firmo como Moebius se venden mucho menos, aunque curiosamente son los que me han dado mayor reputación artística.
Pero incluso llegó a tener algún problema con Philippe Charlier, el hijo del guionista original de la serie, Jean-Michel Charlier.
Cuando conocí a Philippe era un niño de 12 años. Fallecido su padre, Jean-Michel, yo quise seguir manteniendo una relación de amistad con su hijo. Por eso le presenté una historia nueva de Blueberry con la intención de que le diera el visto bueno o hiciera los comentarios que quisiera para mejorarla. Quería que participara. Entonces me dijo que mientras él viviera, yo nunca podría publicar esa historia, porque su padre había puesto unos límites a Blueberry que yo no podía transgredir. Para mí fue un horror.
Isabelle Giraud, la mujer de Moebius, explica que esta historia se titulaba Blueberry 1900 y que en ella el autor mezclaba western y género fantástico con la aparición de fantasmas y zombis. Isabelle afirma que el desencuentro con Charlier hijo impactó tanto a Moebius que hasta le hizo perder durante un tiempo el flujo creativo en la saga Blueberry.
Usted dibujó para Marvel una historia de Estela Plateada. Si hubiera seguido con la colaboración ahora sería un empleado de la Disney con tanta concentración empresarial...
En Inside Moebius aparece el único superhéroe de Europa. Soy yo mismo volando con dificultad, no como Superman, pero vuelo. Está claro que no tengo la misma seguridad de vuelo que los estadounidenses, pero ahí estoy... surcando el cielo.
Hablando de titubeos, en la prensa francesa se ha publicado recientemente que peligraba la celebración del Salón de Angulema.
Siempre está en peligro, pero al final acaba celebrándose. Es un certamen que funciona muy bien, pero mientras mejor funciona, más cuesta y eso es un problema en tiempos de crisis económica.
Lo que parece seguro es que a este ritmo dentro de poco estaremos todos leyendo manga. El éxito del cómic japonés entre los jóvenes no presagia nada bueno para los autores europeos.
El manga es una plaga. La invasión ha sido total, como demuestra las cuotas de mercado que ha conseguido. Es una epidemia. Me recuerda a lo sucedido con las abejas de la Amazonia que suben hasta Norteamérica y matan a las especies autóctonas. En Francia, los camarones han desaparecido porque echaron en nuestras aguas una especie foránea que acabó con ellos. Los nuevos también están buenos, pero no son los mismos... Tienen un acento espantoso. El problema es que el manga llega a Europa, pero el cómic europeo no va a Japón. Eso es lo injusto.
El Pais.15 de noviembre del 2009.
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