Por Gabriel Zárate
Guillermo Saccomanno, guionista de historietas, cuentista y novelista argentino nacido en Buenos Aires (1948), pertenece a una notable generación surgida a fines de los setentas en el cómic argentino, que revolucionó la historieta de autor. Creador de entrañables relatos como “El condenado”, su obra maestra, y de crudos policiales que lo convirtieron en unos de los mayores guionistas de su época. Como novelista destaca “El oficinista” (2010) obra ganadora del Premio Biblioteca Breve de Novela, Seix Barral 2010. Guillermo tuvo la cordial gentileza de concedernos una entrevista para “El lector de historietas”, en octubre del 2019 en Buenos Aires. Este encuentro nos quedará grabado por siempre, por poder conocer y entrevistar a un ídolo de la adolescencia. Toda nuestra admiración y gratitud para Guillermo Saccomanno. ¡Gracias Maestro!
Sobre Héctor Germán Oesterheld, tu lectura de historieta más decisiva ¿cuál consideras que es la mayor influencia o el aporte más valioso que recibiste del gran guionista argentino?
Una de mis lecturas de iniciación fue Oesterheld, junto a otros autores como Emilio Salgari, Mark Twain ya que en aquella época todavía se leía novelas de aventuras y por supuesto cuando yo era solo un chico Héctor Germán Oesterheld fue una influencia decisiva, porque a los pibes de mi generación nos moldeó ideológicamente en el modo de encarar la vida, sin maniqueísmos. En sus aventuras no había una división plana entre el bien y el mal, como si ocurría en las historietas norteamericanas que circulaban en aquel momento, como en los grises, la prueba está en que Oesterheld planteaba una historieta pacifista y eso a mí me marcó mucho, por ello su lectura fue un influjo tan fuerte para Carlos Trillo y para mí.
Empezaste junto a Carlos Trillo, escribiendo en la revista Skorpio la sección “El Club de la Historieta”, además se enfrentaron a Columba y publican “Historia de la historieta argentina” (1980), todo dentro de un contexto político peor que problemático.
Nosotros con Trillo nos hicimos amigos en los setentas y a partir de ahí establecimos una relación, primero de lectores y luego de guionistas. Era la época en que yo trabajaba para Editorial Columba y Carlos Trillo recién comenzaba a escribir guiones de historieta para Alberto Breccia, él empieza con “Un tal Daneri”, después yo también hice algunas colaboraciones para Alberto y esa fue la época de los setentas, ochentas, donde laburábamos con la revista Skorpio de Ediciones Record.
¿Qué novelistas influyeron en tu interés inicial por el policial y la novela negra? ¿Porque te seduce el policial como género por desarrollar en tu etapa inicial de guionista de cómics?
Lo que pasa es que la literatura policial circulaba habitualmente en Argentina cuando nosotros éramos pibes. Había colecciones como las de Cobalto o Pandora en los sesentas, pero después empieza a cobrar importancia el policial, en los setentas, a partir de la reivindicación de los géneros menores. Eso es algo que viene desde Umberto Eco con “Apocalípticos e integrados” y con los estudios que se hacen en Europa de semiología, que rescatan la noción de narración en estos textos, por otro lado, la novela policial es la que mejor expresa las tenciones sociales bajo el capitalismo, y en ese sentido están las obras de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, los padres de la narrativa policial, como ejemplo.
El policial americano …
El policial americano básicamente, versus el policial británico, más bien deductivo.
Mas centrado en el misterio …
En el enigma.
Hay un juvenil Guillermo Saccomanno de los setentas. ¿Como recuerda este período de su vida y creación que ha forjado al actual novelista?
Fue un periodo complejo, por un lado, estábamos trabajando en Ediciones Record como guionistas y produciendo historietas que se vendían en Europa, pero no hay que olvidarse que ello fue durante la época de la dictadura militar, entonces laborábamos al mismo tiempo para Ediciones de La Urraca, para Humor, Superhumor y todo ese material que nosotros hacíamos de alguna manera burlaba la censura de los milicos, entonces a través de la historieta nosotros podíamos expresarnos con libertad.
Básicamente te digo que en ese período los militares no les daban importancia a las revistas de historietas, porque consideraban que era un género para chicos, pero nosotros nunca las escribíamos pensándolas como un género infantil y eso fue lo que hizo distintiva la historieta nuestra, el cómic de autor, porque encaramos la historieta con la misma seriedad que cualquier arte, pues para nosotros era un arte.
Si pensamos un poco en la literatura popular o la literatura del siglo XIX tanto autores como Fiódor Dostoyevski, León Tolstoi o Emilio Zola escribían para los diarios y eran autores populares. En ese sentido Oesterheld también pertenece a una tradición de narración popular, a la misma que pertenecemos nosotros.
Una tradición masiva, de cultura centrada en publicaciones impresas
Exacto.
¿Tu formación en Letras es la que te orientó a convertirse en un narrador?
No. Yo estudié Letras, pero me formé en mi casa, porque de pibe poseíamos una gran biblioteca en el hogar. Mi padre era un militante socialista gremial, siempre perseguido y había una enorme biblioteca a la cual tenía irrestricto acceso. Todo el tiempo podía acceder a los libros que me interesaban, podía ser textos como “El Decamerón” de Boccaccio, como podía ser “Guerra y Paz” de Tolstoi.
¿Porque nunca se reeditó en Argentina “Historia de la historieta argentina”? Es un texto que despertó muchas apasionadas polémicas que continúan hasta hoy.
Ese libro fue de un modo la base para otra historia de la historieta argentina, la que hicieron Judith Gociol y Diego Rosemberg (“La historieta argentina. Una historia”). En la Biblioteca Nacional hay un sector de historieta, un museo muy fuerte, donde vas a ver abundante material argentino. Yo tomé bastantes originales que tenía en casa, debajo de una cama. Ese estudio de historieta que hicimos tiene la ventaja de ser la primera recopilación que se hace seriamente de los orígenes del humor y de la historieta nacional hasta el año 80, cuando sale publicado. Creo que sale el 80, tengo mala memoria porque he escrito demasiado. Nosotros con Trillo, además de hacer “Historia de la historieta argentina” escribíamos también critica de cómics en la revista Skorpio.
Ediciones Record y la revista Skorpio fueron un espacio de libertad creativa que contribuyó a modernizar el cómic argentino en los setentas, pero también es responsable de contratos leoninos donde los historietistas cedían sus derechos a perpetuidad a Alfredo Scutti.
Los contratos eran leoninos, pero la Récord pagaba bien, de hecho, mejor que Columba, era más atractivo trabajar para Récord, porque no había un sistema de censura como en Columba, los guionistas y dibujantes gozábamos de una mayor libertad creativa, además con una mejor posibilidad de circulación para las revistas, pero eso se debía a que todo el material que se producía en Argentina se distribuía luego en Europa. Como todas estas historietas iban para Europa eran más interesantes por ello, pero después Trillo viaja a Europa y negocia directamente con los editores europeos, entonces rompemos esa parte de los contratos leoninos, porque nosotros como autores tomamos el timón y dividimos el pago en las proporciones adecuadas, sin quedarnos con un porcentaje de mediación.
¿Qué opina de una figura tan controvertida como Alfredo Scutti?
Creo que era un editor interesante, él junto con Álvaro Zerboni abrieron una puerta de expresión para el cómic argentino.
“El condenado” con dibujos de Mandrafina es tu obra más brillante dentro de la historieta y la más extensa, superando las mil páginas. Atrapado en un sórdido mundo que recrea la atmosfera de la novela negra, “El condenado” nos plantea el tema del dilema ético como la aventura interior de su protagonista, Marcel Clouzot, un tópico propio de Oesterheld. ¿Porque te fascina la imagen del perdedor?
Siempre son más atractivos los personajes perdedores que los ganadores.
¿Es influencia de Scott Fitzgerald?
No solo de Scott Fitzgerald, es una influencia que viene desde la literatura griega hasta ahora.
¿Como retomaste la serie “El condenado” ?, escrita originalmente para Argentina y luego publicada en Europa …
Los tiempos de la serie que aparecen en Ediciones Record son los mismos en Argentina que el Italia, solo que bajo el nombre de “El condenado”. Hay uno o dos episodios que tienen que ver con Francia, con La isla del diablo. El personaje huye y las aventuras continuaban en Melbourne y sucedieron siempre ahí todas las historias, siempre pasó en otros lugares, ocurrieron en Australia, pero se publicaba en Argentina y en Italia al mismo tiempo. Los franceses compraron algunas aventuras y sacaron un libro, en Italia salieron dos libros, salió en una revista semanal y después se publicó en libro y todavía seguimos haciéndola hasta hoy con Cacho (Domingo Mandrafina) para Italia.
¿Como decidieron continuar la serie?
Muy simple, nos sentamos, yo escribo y el Cacho dibuja, no hay otro secreto.
Sorprendió a muchos ver nuevamente la dupla Guillermo Saccomanno - Cacho Mandrafina con la obra “Leo” en el suplemento Telam. Después de buen tiempo.
Leopoldo, esa también la estamos haciendo para Italia, sacaron cosas en Fierro.
¿Qué te animó a volver a escribir guiones de cómics para el mercado argentino?
Estas historietas no fueron concebidas para publicarlas en Argentina, simplemente las hacemos y luego vemos donde las podemos colocar. No es que pensáramos en el mercado argentino, porque entonces estaríamos fritos, el nuestro es un mercado muy pobre.
¿Pagan muy poco?
No porque paguen poco, porque ya no hay lectores. Se terminó el mundo de los lectores de historietas tal cual lo conocimos en nuestra época, cuando éramos pibes, yo tengo ahora 71 años. No hay revistas de cómics en los quioscos, las únicas que hay son las de Marvel, las de superhéroes y toda esa mierda. No hay otras publicaciones y eso es responsabilidad principal de los editores que terminaron con el mercado. No se puede culpar solo a los lectores que no tienen plata para pagar o para leer más historietas. Hay historietistas argentinos que siguen trabajando para el exterior, para Francia, Italia, EEUU.
Es tu caso …
Si, es nuestro caso, si se quiere, pero no lo hacemos deliberadamente, es lo que hay.
“Sol de noche” es un trabajo tuyo junto a Patricia Breccia publicado en 1980 casi en su integridad en Superhumor, más unos tres episodios en la Fierro. Una historieta surrealista y de humor esperpéntico, pero muy moderna para inicios de los ochentas, con una protagonista femenina bastante liberada que deambula en el mundo intelectual de los cafés de Corrientes del Buenos Aires ochentero, donde plasmas una mirada paródica de aquel universo. ¿Cómo concebiste esta trama tan original en tu producción?
De forma natural, uno como guionista lo que hace es pensar con quien va a trabajar. Si yo tenía que laburar para Patricia que era una dibujante muy joven en aquel momento, como yo también lo era, pensaba en hacer una historieta que rompiera con todos los moldes tradicionales de los cómics tipo “Julieta Jones” y los demás cómics norteamericanos con chicas de protagonistas. Además, se publicaba en Superhumor, años después con “Sol de noche” se hizo un libro.
Si, el libro apareció el 2012, recopila todos los capítulos y se lee como una obra muy moderna para la época
Sigue siendo moderna hasta el día de hoy.
“Avenida Corrientes” fue una serie muy breve que prometía mucho, ¿porque se suspendió?
Lo que pasó con esa serie es que se hicieron pocos episodios porque si bien Solano López radicaba en Argentina se estaba volviendo para España, entonces cuando Solano viajó a Europa fue que la tuvimos que interrumpir.
¿Ahí cesaron las colaboraciones con Andrés Cascioli?
Debe ser en 1983 que dejamos de colaborar con Cascioli
Hay un tema común en “Avenida Corrientes” y “Sol de Noche” …
Las historias son urbanas.
Exacto, además giran en el corazón de Buenos Aires
Bueno, son historietas con protagonistas locales, de problemáticas citadinas de personajes solitarios y urbanos.
Es justo la época en que pasas a la narrativa. En 1984 publicas tu primer libro juvenil “Prohibido escupir sangre”, a los que seguirán los libros de cuentos “Situación en peligro” (1986) y “Bajo bandera” (1991).
Ahí es justo donde me vuelco más a la literatura, me intereso más por ella. Yo nunca diferencié la literatura de la escritura de historietas, no creo en la división entre géneros mayores y menores. Vos puedes leer el Corto Maltes o Alack Sinner, que son grandes obras, obras de arte, y pueden ser leídas como literatura y su gráfica puede ser vista como artes plásticas.
¿En qué momento Guillermo Saccomanno define su futuro como escritor?
Desde chico, cuando empecé a escribir.
Pero de guionista de cómics da un paso a la novela, al cuento …
No, era algo paralelo, porque mientras yo escribía historietas también escribía literatura, lo que pasa es que no publicaba o publicaba un cuento aquí, un cuento allá, pero nunca hubo una división tajante de mi parte. Lo que sucedió es que a partir de los noventas después del fracaso de “Puertitas”, que fue la última revista argentina en la que colaboré, a partir de ahí me volqué a la literatura totalmente.
Guillermo, después de los ochentas e inicios de los noventas, tu producción de guiones de cómics se volcó para el mercado italiano. En Latinoamérica se conoce poco sobre esta etapa tuya. Una de las cosas que se dio a conocer tardíamente es que fuiste guionista de la gran serie “Spaghetti bros”, conocida también como “Fratelli Centobuchi”, de Carlos Trillo y Cacho Mandrafina.
Era una serie que había empezado Carlos Trillo y yo escribí algunos episodios. Eran varios hermanos los “Spaghetti bros”, y me gustaba hacer los episodios del cura.
Usted fue autor de muchos guiones, que siempre aparecían firmados por Trillo. ¿Por qué se dio esta situación? ¿Fue una exigencia de la editorial italiana Eura de trabajar en la sombra? ¿No hubiera sido más justo compartir el crédito de ser coautor de “Spaghetti bros”?
No, salían con guion mío, es más hay un “Spaghetti bros” editado en Francia y figura mi nombre.
En la edición española solo se mencionan a Trillo con Mandrafina como autores o en Argentina cuando lo publicaba Editorial Columba sucedía lo mismo.
¿Pero qué importancia tiene esto? No creo que los créditos sean tan importantes, lo que importa es que las historias sean buenas. De acá a tres mil años ¿quién sabe cómo eran Homero o Shakespeare?, lo que importa, como dijo Borges, es que las historias sigan funcionando, que sigan circulando, que se sigan leyendo.
La revista “Puertitas” fue tu última aventura junto a Carlos Trillo en Argentina, en un intento por publicar historietas propias sin depender de los editores nacionales. ¿Cómo surgió la idea con Carlos Trillo de “Puertitas”?
Era un momento en que estaba decayendo el mercado local, no había publicaciones de historieta, entonces con Trillo decidimos hacer una revista independiente que no tuviera que ver con Editorial Columba ni Ediciones Record, bueno, eso intentamos.
Fuiste una de las pocas personas presentes en el sepelio de Carlos Trillo. ¿Cuánto perdió la cultura argentina y la historieta mundial con la partida de Trillo? ¿Cómo describirías a Trillo como persona?
Mas allá de su desaparición física queda su obra que es inmensa y su influencia, por ello Trillo sigue vigente. En lo personal era un tipo estupendo, un gran lector, muy inquieto, muy preocupado por la justicia del pago de derechos de los autores, pero lo importante es la enorme obra que deja, eso es lo fundamental.
“El buen dolor” (1999) ambientada en Mataderos es tu primera novela, premiada y con una favorable recepción de la crítica, tan autobiográfica como “Situación de Peligro” donde se revela una relación tensa y problemática con la figura paterna, que nos refleja uno de los lados más humanos de nuestra condición: La ambivalencia afectiva. ¿Te convertiste en el escritor que tu padre no pudo ser? ¿Eres novelista para superar a tu padre, para reivindicarlo?
No sé, a mí lo que me parece es que en la literatura, en la escritura, uno se hace preguntas buscando respuestas y en realidad lo que se termina encontrando son más preguntas. Lo que la novela (“El buen dolor”) narra más allá de lo que pueda haber de personal, es una reelaboración de obsesiones que ya estaban en situación de peligro. El tema del padre es, para mí, uno de los grandes temas literarios, como lo es en la literatura norteamericana y también en la rusa, con Dostoievski y el parricidio que está presente.
En “Los hermanos Karamázov” …
Como en “Los hermanos Karamázov”. Bueno, “El buen dolor” surge de ahí.
¿Dónde nace esa inagotable pulsión por escribir que te ha llevado a abordar casi todos los géneros posibles? ¿Es tu manera de enfrentarte a una vida plagada de fantasmas? ¿El interés por lo social es producto de la influencia paterna?
Está en el hecho de haber tenido un padre militante, perseguido políticamente. Yo empecé a militar muy joven, a los quince años en la izquierda, en el trotskismo y después en el peronismo. La preocupación por los problemas sociales es un rasgo definitorio de un sector de mi generación. No te olvides que en este país hay 30,000 desparecidos que son 30,000 lectores desparecidos, pues ellos eran intelectuales, delegados, militantes lucidos. El proyecto militar vino a limpiar, a arrasar. La pulsión por escribir la tuve desde siempre.
Tu primera gran obra de madurez, con pretensiones panorámicas es tu trilogía conocida como “de la violencia política”: La lengua del malón (2003), El amor argentino (2004) y 77 (2008). Esta trilogía te sitúa como uno de los narradores más notables de la literatura argentina contemporánea ¿Porque la violencia es el gran tema de Guillermo Saccomanno?
Porque la violencia define la historia de nuestro país, porque como decía Friedrich Nietzsche la historia humana avanza sobre cadáveres.
¿Es producto de la criminal época de la dictadura argentina que te toco vivir?
Creo que desde que me críe en un hogar donde mi padre estaba perseguido políticamente. Cuando empecé a trabajar y a salir a la calle me encontraba con los tanques militares. Desde chico varias veces vi de cerca los golpes militares, con los tanques, los carros, los cañones, era una situación a la cual mi generación estuvo acostumbrada. Fuimos educados en la represión y el autoritarismo, vivimos una serie de golpes militares hasta el año 83 y también la caída del peronismo.
¿Responde a una toma de posición a favor del oprimido, denunciando los mecanismos de poder que hacen del abuso un instrumento de dominación? ¿La violencia como tópico y la preocupación social son las dos caras de una misma moneda?
Obvio, pero eso lo tienes que encontrar en mis textos.
“El oficinista” (2010), obra ganadora del Premio Biblioteca Breve (Editorial Seix Barral), te permite un merecido reconocimiento internacional, por lo que este libro implica un hito en tu trayectoria como escritor. Novela ambientada en un Buenos Aires de apocalíptica pesadilla, de un futuro muy cercano al mundo en que vivimos. ¿Como un escritor puede ser optimista en un mundo donde el ecosistema puede colapsar por el desenfrenado industrialismo neoliberal?
Yo no soy optimista, soy nada optimista. Yo veo que el mundo camina hacia el abismo y el capitalismo además de homicida es también suicida.
Además, retratas un hogar que nos plantea la descomposición familiar y el fin de la familia nuclear
¿Como podemos pensar en la familia cuando este sistema que dice basarse en la familia como núcleo es su principal destructor?
¿Cuál es el sentido de la escritura para Guillermo Saccomanno?
La búsqueda de compartir con otro las preguntas o inquietudes acerca de la existencia.
Este es un contexto casi irreversible de contaminación ambiental y desastre de la sociedad donde la solidaridad prácticamente ha desaparecido. ¿Como escribes desde esta realidad?
Es el mundo que me tocó vivir, no creo tampoco que todo tiempo pasado haya sido mejor, si hoy tenemos miedo a la guerra atómica, en el pasado se tenía miedo a las catapultas.
Borges dijo: “A mi padre le tocó vivir, como a casi todos los hombres, tiempos difíciles.”
Si, a mí también.
“Cámara Gesell” (2012) aparece como tu novela más ambiciosa, en el sentido de propuesta literaria, demostrando que lo aldeano puede ser universal. Un balneario como Gesell puede develarse en el sórdido microcosmos donde se albergan todos nuestros dramas como sociedad. El tema del mal y la influencia de Faulkner en su plenitud pueden sintetizar esta obra coral, construida en base a una multiplicidad de voces. Villa Gesell es el espacio que te permitió dedicarte a tiempo entero a escribir y que has conquistado, inscribiéndolo en la gran literatura. ¿Esa fue tu intención con “Cámara Gesell”?
Villa Gesell es el lugar donde yo vivo la mayor parte del año. No sé si hubo un propósito premeditado, es lo que me salió en el libro. No sé si hay una intención previa donde uno se plantea escribir gran literatura. Uno comienza escribiendo una historia y va viendo lo que le sale.
Describiste sus miserias para demostrar que el pueblo te pertenece y poder darle ciudadanía literaria al balneario que te alberga hace dos décadas
No hice otra cosa que tomar las lecciones de Sherwood Anderson con Winesburg, Ohio, o de William Faulkner con Yoknapatawpha, estos escritores que han fundado territorios imaginarios.
En la actualidad la masividad se encuentra hegemonizada en el soporte audiovisual. Juan Sasturain afirmó que si Oesterheld viviera en esta época probablemente sería guionista de televisión. ¿El paradigma del escritor comprometido con una toma de posición política e ideológica aún tiene sentido y vigencia con tirajes de mil ejemplares en una cultura que ya no está centrada en el papel?
El compromiso está siempre presente, no pasa porque uno lo declame, el compromiso se nota en lo que uno hace, en lo que uno escribe, esta en la obra.
¿Todavía hay narradores que puedan asumir el rol de "conciencia moral" de la sociedad en que viven?
Creo que los hay, Juan Sasturain es uno de ellos.
Como escritor con preocupaciones sociales y políticas ¿buscas promover con tu escritura una reflexión crítica de la realidad en tus lectores? ¿Es posible ello?
Eso es lo que uno pretende.
El oficio de escribir no solo lo practicas, sino que lo compartes con muchos jóvenes en los Talleres de escritura …
Hace años que ya no doy talleres. Di talleres durante 16 años y me terminé sulfatando.
El rol de la enseñanza está reflejado en tu libro no ficcional “Un maestro” (2011), la biografía novelada de Orlando Balbo sobre la violencia política y la vocación pedagógica. ¿Qué buscaste con este libro? ¿Incursionar en un nuevo género?
Me parece que el libro cabe pues es la crónica de un compañero del servicio militar, de la colimba, que yo había dado por desaparecido en el 76, Orlando Balbo que fue secuestrado, torturado, que permaneció en cautiverio y en distintos penales hasta que gracias a la gestión del padre Jaime de Nevares, el fundador de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Neuquén, se consiguió sacarlo en libertad y Nano se exilió por un tiempo.
En el momento que volvió se instaló en una comunidad mapuche en medio del desierto patagónico y cumplió la función de alfabetizador. Lo heroico de todo esto es que él desarrolló esta labor educativa habiendo quedado sordo a consecuencia de las torturas recibidas.
Cuando nos reencontramos con Nano me pareció que ahí había una historia que podíamos contar. Entonces yo le propuse recoger su testimonio, tuvimos una serie de charlas y reuniones, yo iba muy seguido a la Patagonia y volvía, de ahí surgió “Un maestro”, un libro que tuvo muy buena recepción en España donde ganó el Premio Rodolfo Walsh en la Semana Negra de Gijón y también en Argentina donde está considerado un texto educativo, un texto pedagógico que es una crónica obligada en la bibliografía universitaria para todos los estudiantes de formación docente.
¿Demostraste que la escritura y la enseñanza están compenetradas? ¿Perseveraste en el compromiso con el oprimido? ¿Pretendes animar el debate intelectual sobre estos temas?
El debate intelectual está planteado en la sociedad argentina, yo no animo nada, ahora pueden llegar tiempos interesantes porque, por suerte, este gobierno de mierda se termina de una vez, es un desastre el gobierno que tenemos (Mauricio Macri) pero creo que tal vez empiezan tiempos nuevos en América Latina, pues tiene que cambiar todo esto, lo que está pasando en Ecuador no paso acá de milagro todavía. El retorno del peronismo al gobierno va a ordenar un poco los números. El estado de miseria y de saqueo en que dejan el país estos hijos de puta, no tiene nombre. Lo vez en la calle, con la gente tirada, durmiendo en las veredas, como habrás visto. No sé si en el Perú se está así de igual…
Finalizando la entrevista, en Perú las cosas están mucho peor, en los ochentas el país estaba africanizándose, había una sensación de colapso generalizado, ahora las cosas han mejorado por el crecimiento económico, pero para señalar las marcadas diferencias entre Perú y Argentina parafraseo a Alberto Moravia: “Tu infierno es mi paraíso”. Gracias Guillermo por todo.
Excelente,una muy interesante entrevista. Saccomanno es muy directo.
ResponderEliminarGracias Gustavo, abrazo enorme.
ResponderEliminarY menos mal que ya no se lee lo mismo que en los 1980; al igual que en la actualidad, más del 90% de los que editaba no valía la pena. La mayoría de las historietas que se publicaban en las revistas, o por la editoriales, mencionadas, quedaron en el olvido, por suerte.
ResponderEliminarPero es claro que defienda esa década siendo en la que más trabajó. Pero vivir es adaptarse a los cambios.
Sigue habiendo lectura, pero no es los mismos formatos. Es difícil verlo y entenderlo, pero está ahí.
Saludos,
J.
Muy interesante, muchas gracias
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