Patrick Pelloux |
Corinne Rey ("Coco") |
La Vanguardia. 9 de enero: Entre el momento en que dos yihadistas vestidos de negro, fuertemente armados y con pasamontañas preguntan en un inmueble erróneo dónde está el semanario Charlie Hebdo y las imágenes que un móvil tembloroso capta la ejecución de un policía, herido en el suelo, pasan entre cinco o diez minutos. Quizás más. Es difícil calcular el tiempo mientras se oyen disparos o se intenta huir de ellos. Entre medio, se produce la matanza en la sede del semanario satírico. Este es el relato del asalto sangriento, hecho a partir de retazos de testimonios fuertemente impactados, recogidos por las agencias y el diario Le Monde.
Desinformados. Los asaltantes, confundidos, llegan al inmueble número 6 de la calle Nicolas-Appert. Aprovechan que una funcionaria de correos lleva correo certificado para introducirse en el inmueble. Le preguntan a ella y al trabajador que iba a recoger las cartas: "¿Dónde está Charlie Hebdo?". Está en el número 10. Les ordenan que se tumben en el suelo y disparan hacia la puerta acristalada de un despacho.
Cigarrillo oportuno. Un redactor de la agencia Premières Lignes, situada frente al semanario, y otro de Charlie Hebdo conversan en la calle mientras fuman. Ven a los terroristas armados penetrar en el edificio y avisan a los trabajadores del semanario y a la policía. Una llamada que permitió salvar la vida de muchos trabajadores, que huyeron a la azotea; aunque no sirvió para todos.
El 'secuestro' de Coco. En el inmueble número 10, los dos terroristas se encuentran a dos trabajadores de mantenimiento. "¿Dónde está Charlie Hebdo?". Matan a uno de los trabajadores, Frédéric Boisseau, y retienen a Corinne Rey, Coco, dibujante de la revista, que estaba en la escalera. "¿Dónde está Charlie Hebdo?", vuelven a preguntar. Coco se la juega y los lleva a la tercera planta. Allí hacen la misma pregunta a un trabajador asustado de otra empresa. Está en el piso inferior.
Les Éditions rotatives. Éste es el único nombre que figura en la puerta de la publicación desde que sufrió el atentado en el 2011. No existe ninguna señal externa, por seguridad. Coco, amenazada ahora con un arma, marca el código de entrada de la puerta blindada. Los terroristas están dentro. "¿Charb?". Son las 11.30 de la mañana. Como todos los miércoles el consejo de redacción de Charlie Hebdo está reunido. Se debate la actualidad y las viñetas que la van a reinterpretar sin indulgencia y buenas dosis de humor ácido. En su entrada violenta a la redacción, los terroristas irrumpen en la reunión. "¿Charb?", pregunta uno de ellos. Y le acribilla.
"Leerás el Corán". No sólo asesinan a Charb. Las ráfagas de los kaláshnikov acaban con la vida de otros seis dibujantes y redactores, que están en ese momentopresentes en la reunión: Cabu, Tignous, Wolinski, Honoré, Elsa Cayat y el economista Bernard Maris. A Ségolène Vinson la indultan: "No te mataré; no matamos a mujeres, pero tú leerás el Corán". Sí asesinan a mujeres: la redactora Elsa Cayat.
Mesa salvadora. Los terroristas siguen disparando y gritan invocando a Alá y a la venganza por haberle insultado. Coco salva la vida escondida bajo la mesa de un despacho. No tienen tanta suerte Mustapha Ourrad, corrector, ni Franck Brinsolaro, agente que velaba por la seguridad de Charb, ni Michel Renaud, exdirector de la alcaldía de Clermont-Ferrand, y que ha sido invitado por la publicación.
Corte de mangas. El médico de urgencias Patrick Pelloux, redactor de la revista y amigo íntimo de Charb, llega a la redacción minutos después de la masacre. "No los he podido salvar", solloza. "No se podía hacer nada, todos tenían disparos en la cabeza". Por la posición en cómo encuentra a su amigo Charb, en la silla, Pelloux interpreta que murió "mientras intentaba levantarse, mientras les llamaba gilipollas o les hacía un corte de mangas".
Entrenados. En la calle, los dos terroristas demuestran un aplomo fuera de duda mientras disparan a un coche policial, cuyos ocupantes salvan la vida dando marcha atrás. En los vídeos tomados gracias a varios móviles, se los ve entrenados. Corren pero no se precipitan; parecen acostumbrados a disparar. Una de las grabaciones muestra el momento más aterrador, en el bulevar Richard-Lenoir. Se han producido más disparos con otros policías. El agente Ahmed Merabet está en el suelo, herido. Un terrorista se le acerca y le grita: "¿Nos quieres matar?". El policía, inerme, le implora: "¡No, está bien!". Recibe un disparo en la cabeza por toda respuesta. (La Vanguardia. 9 de enero).
Qué tremenda masacre. Estoy consternado.
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