Por Gabriel Zárate
Valizas: Originalmente publicada en el
soporte virtual “Historietas Reales” durante
el 2009, con guión de Rodolfo Santullo y dibujos de Marcos Vergara, luego impresa el 2011 por
la coedición de Grupo Belerofonte y Loco Rabia, llevando un prólogo de Federico Reggiani. Se anuncia una
próxima edición en España del sello “Oveja Roja”.
Agrestes dunas de arena obstinadamente
asoladas por un infatigable y gélido viento del intenso frio invernal, convierten
el inhóspito y áspero paraje playero de endurecidos pescadores, en el crudo escenario
de una sugerente historia del cruento contexto político del Uruguay de los setentas. Dentro de un
ámbito cotidiano de pausada rutina, dos hermanos se reencuentran después de un prolongado tiempo, Ulises un humilde y estoico pescador viudo, envuelto en una irrefrenable pasión erótica
con Raquel, la sensual maestra colegial del ínfimo
caserío, y Penélope, la ideologizada
componente de un grupo revolucionario, que acompañada de su novio, el
atemorizado Mario, retorna a su paterno lugar de origen: Una
apartada cabaña cercana al inconmensurable mar, anhelando desesperado cobijo,
huyendo de la sangrienta persecución militar.
La cadencia del relato se encuentra
sutilmente tamizado por la mirada de Felipe, un solitario púber, transformando con ello la
densidad dramática de la narración en una atmósfera introspectiva
de desencantado trasfondo lirico, marcando sensiblemente un melancólico fin de
la infancia, en su apesadumbrado aprendizaje de vida, encarnado en el
descubrimiento de la sexualidad paterna. Acompañado de su perro Rufo,
Felipe encuentra plácido solaz en las constantes visitas al Faro, simbólico espacio de iluminante
sabiduría inmemorial y tiempo congelado, personificado en el solitario anciano Don Meneses, con quien Felipe traba amistad, escuchando sus relatos
de la vigente perpetuidad ética de las leyendas de la antigüedad clásica,
teniendo siempre al eterno mar como protagonista y testigo.
Alcides, joven navegante intrépido, que
termina confrontado a la advertencia sabía de los mayores y al sentido común de
la función del faro protector, “hay límites que no hay que cruzar”, es lo
que Felipe
escucha como aprendizaje; Néstor el
comerciante que durante el terremoto de Rodas
sube al Coloso para encender fuego y
convertirlo en un faro que advierta a su hijo, que llegaba dirigiendo una flota
con abastecimiento para la ciudad, del mortal peligro del terremoto, aunque a Néstor le costase la vida, simbolizando
la inmolación individual por una causa justa y trascendental, es lo que Don Meneses narra a un oscuro marinero que trabaja para el
gobierno represor; Sóstrato de Cnido el arquitecto griego del Faro de Alejandría que se reta como hombre al edificar una
maravilla de la humanidad, pero cuyo nombre como creador debe quedar oculto de
la historia, consigue idear con ingenio, la forma de perennizar su huella,
sabiendo que el tiempo le concederá el reivindicativo reconocimiento que su
presente no le ofrecía.
La
delicada textura plástica del dibujo captura los detalles mínimos elaborando a
la vez un clima agobiante donde la lentitud secuencial de la fabula narrativa asienta la fatídica sensación de suspenso opresivo,
en un espacio adusto, asolado por la persistente y abúlica inercia. Sus
afiladas tramas combinadas con los fondos sepia de tono arenoso, crean un clima propicio para el soberbio juego de
luces y sombras, configurando uno de los momentos más altos de la narración gráfica.
Contemplamos una deleitante y exquisita maestría en el virtuoso dominio
del lenguaje visual de la historieta, donde Marcos Vergara exhibe la
impecable solvencia de ser uno de mejores dibujantes argentinos de la
actualidad.
¿Se busca reivindicar a los
integrantes subversivos en esta historieta?
Lo que se consigue al restarles capacidad heroica, a los insurrectos que
intentaban transformar el mundo, enfrentados a la dictadura uruguaya de los
setentas, es humanizarlos a través de sus reiterados miedos y con ello
entenderlos en sus contradicciones: Seres intelectualizados entre convicciones
discursivas de un férreo y dogmatico compromiso político socialista y la sobresaltada
tensión en que viven, atormentados por el angustiante pánico a la delación o la inminencia de una
presunta y fatal captura, nos revela más romanticismo idealista que decidido carácter
combativo.
El latente conflicto entre Ulises
y Penélope también nos habla de una compleja
ambivalencia afectiva, que problematiza pero no destruye el espontaneo y solido
afecto filial, de dramática tensión y sentimientos reencontrados. Quizá el
modesto Ulises, sencillo pescador lacónico,
carente de rencores, sobrio y valiente, cuya vida es un constante sobrellevar
la dura adversidad sin mayores cuestionamientos ni trascendentes horizontes, haciendo honor a su homérico nombre sea el
verdadero y autentico héroe de esta emotiva e inolvidable historia.
¡Mil gracias Gabriel! ¡me has dejado sin palabras! ¡Un abrazo!
ResponderEliminarMarcos