jueves, 2 de agosto de 2012

Los recomendados: “Valizas”, de Rodolfo Santullo y Marcos Vergara

 


Por Gabriel Zárate

Valizas: Originalmente publicada en el soporte virtual “Historietas Reales” durante el 2009, con guión de Rodolfo Santullo y dibujos de Marcos Vergara, luego impresa el 2011 por la coedición de Grupo Belerofonte y Loco Rabia, llevando un prólogo de Federico Reggiani. Se anuncia una próxima edición en España del sello “Oveja Roja”.

Agrestes dunas de arena obstinadamente asoladas por un infatigable y gélido viento del intenso frio invernal, convierten el inhóspito y áspero paraje playero de endurecidos pescadores, en el crudo escenario de una sugerente historia del cruento contexto político del Uruguay de los setentas. Dentro de un ámbito cotidiano de pausada rutina, dos hermanos se reencuentran después de un prolongado tiempo, Ulises un humilde y estoico pescador viudo, envuelto en una irrefrenable pasión erótica con Raquel,  la sensual maestra colegial del ínfimo caserío, y Penélope, la ideologizada componente de un grupo revolucionario, que acompañada de su novio, el atemorizado Mario, retorna a su paterno lugar de origen: Una apartada cabaña cercana al inconmensurable mar, anhelando desesperado cobijo, huyendo de la sangrienta persecución militar.

La cadencia del relato se encuentra sutilmente tamizado por la mirada de Felipe,  un solitario púber, transformando con ello la densidad dramática de la narración en una atmósfera introspectiva de desencantado trasfondo lirico, marcando sensiblemente un melancólico fin de la infancia, en su apesadumbrado aprendizaje de vida, encarnado en el descubrimiento de la sexualidad paterna. Acompañado de su perro Rufo,  Felipe encuentra  plácido solaz en las constantes visitas al Faro, simbólico espacio de iluminante sabiduría inmemorial y tiempo congelado, personificado en el solitario anciano Don Meneses, con quien Felipe traba amistad, escuchando sus relatos de la vigente perpetuidad ética de las leyendas de la antigüedad clásica, teniendo siempre al eterno mar como protagonista y testigo. 

Alcides, joven navegante intrépido, que termina confrontado a la advertencia sabía de los mayores y al sentido común de la función del faro protector, “hay límites que no hay que cruzar”, es lo que  Felipe escucha como aprendizaje; Néstor el comerciante que durante el terremoto de Rodas sube al Coloso para encender fuego y convertirlo en un faro que advierta a su hijo, que llegaba dirigiendo una flota con abastecimiento para la ciudad, del mortal peligro del terremoto, aunque a Néstor le costase la vida, simbolizando la inmolación individual por una causa justa y trascendental, es lo que Don Meneses narra  a un oscuro marinero que trabaja para el gobierno represor; Sóstrato de Cnido el arquitecto griego del Faro de Alejandría que se reta como hombre al edificar una maravilla de la humanidad, pero cuyo nombre como creador debe quedar oculto de la historia, consigue idear con ingenio, la forma de perennizar su huella, sabiendo que el tiempo le concederá el reivindicativo reconocimiento que su presente no le ofrecía.  

La delicada textura plástica del dibujo captura los detalles mínimos elaborando a la vez un clima agobiante donde la lentitud secuencial de la fabula narrativa asienta la fatídica sensación de suspenso opresivo, en un espacio adusto, asolado por la persistente y abúlica inercia. Sus afiladas tramas combinadas con los fondos sepia de tono arenoso, crean un  clima propicio para el soberbio juego de luces y sombras, configurando uno de los momentos más altos de la narración gráfica. Contemplamos una deleitante y exquisita maestría en el virtuoso dominio del lenguaje visual de la historieta, donde Marcos Vergara exhibe la impecable solvencia de ser uno de mejores dibujantes argentinos de la actualidad.

¿Se busca reivindicar a los integrantes subversivos en esta historieta?  Lo que se consigue al restarles capacidad heroica, a los insurrectos que intentaban transformar el mundo, enfrentados a la dictadura uruguaya de los setentas, es humanizarlos a través de sus reiterados miedos y con ello entenderlos en sus contradicciones: Seres intelectualizados entre convicciones discursivas de un férreo y dogmatico compromiso político socialista y la sobresaltada tensión en que viven, atormentados por el angustiante  pánico a la delación o la inminencia de una presunta y fatal captura, nos revela más romanticismo idealista que decidido carácter combativo. 

El latente conflicto entre Ulises y Penélope también nos habla de una compleja ambivalencia afectiva, que problematiza pero no destruye el espontaneo y solido afecto filial, de dramática tensión y sentimientos reencontrados. Quizá el modesto Ulises, sencillo pescador lacónico, carente de rencores, sobrio y valiente, cuya vida es un constante sobrellevar la dura adversidad sin mayores cuestionamientos ni trascendentes horizontes, haciendo honor a su homérico nombre sea el verdadero y autentico héroe de esta emotiva e inolvidable historia.  

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