Por Gabriel Zárate
La reciente publicación de “Imperatore” ha despertado mucha expectativa entre sus compatriotas, admiradores de su trabajo ¿Hay la posibilidad de continuar editando su extensa producción italiana aún inédita en español para el público argentino? ¿Qué sensaciones le produce saber que buena parte de su obra es desconocida y anhelada en Argentina y también en Sudamérica?
Es muy grato para mí, porque uno necesita siempre del eco. Lo que el autor argentino más lamenta y sufre probablemente, a partir de la caída de las editoriales nacionales, es la falta de contacto con el público local, con tus lectores, porque: ¡Está bien, yo trabajo para Europa! pero no es la misma ida y vuelta. No pasa por una cuestión de ego o vanidad, sino de saber que tu obra no es una botella que uno arroja al mar, sino que le llega a alguien.
Entonces, cuando eres editado en tu tierra, en tu país y tienes esa especie de devolución de los lectores, eso te ayuda a seguir adelante y cobrar nuevo entusiasmo. Cuando no es así, sientes que vas tirando botellas al mar. Es correcto cobrar por esas botellas, ya que es un trabajo. Ojalá se pueda volver a editar material, como se ha hecho ahora con “Imperator”. Estoy contento porque es una aventura por la que tengo mucho cariño. Si llega a salir “Acero Liquido” también me va a ser muy grato. Veremos…hay muchas historietas sin traducirse. Son años de títulos inéditos que me gustan mucho y que quisiera que se vieran publicados en Argentina.
Háblenos sobre su labor como profesor de literatura. ¿Por qué eligió dedicarse a la docencia? ¿Acaso la raíz está en sus precoces lecturas de historia y mitología? ¿Este juvenil interés es el origen de su vocación docente o es solo una pasión complementaria de su vida? ¿Cuánto ha enriquecido la lectura su labor de dibujante?
Bueno, mi familia es de docentes, mi padre y mi abuela. También somos de origen inglés por mi abuela. Siempre había una cosa anglófila en casa, abundaban los libros y enciclopedias en inglés. A mí siempre me gustaron los libros, también las revistas, no era que solo leía historietas. Tuve la suerte que una cosa no dejara fuera la otra. Ya desde chico me encantaba leer, fui un voraz lector de novelas. De hecho, me hubiera gustado escribir más y no solo dibujar historietas.
Al estudiar el Traductorado, que es mi profesión universitaria, me habilité para la carrera de traductor y elegí la docencia. Fue por las dudas, por el temor que podía traer los vaivenes de mi pasión de dibujante, que los tiene pues es un oficio bastante azaroso muchas veces. No me pareció mal tener otra fuente laboral, aparte del dibujo y que también me interesaba desempeñar. De joven tomé unas horas de docencia que he conservado y me especialicé en literatura inglesa. Disfruto mucho dictando literatura inglesa y complementa mi labor de dibujante que es muy solitaria, pues con las clases que imparto, interactúo forzosamente con otras personas.
No solo las imágenes despiertan imágenes sino también las palabras. Agradezco al destino el gusto por la lectura, porque eso te abre la cabeza, te suscita representaciones, ideas. Trato de volcar en mi oficio: la música, el cine y la literatura que son mis inspiraciones fundamentales. Más de una vez he dicho y no me canso de repetir, que la inspiración de un dibujante o artista gráfico, no solo puede ser la plástica o la gráfica. Tiene que venir de todas las ramas de la cultura, pues eso a uno lo enriquece. Mi deuda con todos los autores que he leído y disfrutado es absoluta.
La generación que lo precedió se formó leyendo la historieta argentina de los dorados años cincuentas. Usted en cambio, fue admirador de Stan Lee, Jack Kirby y Steve Ditko. Sin embargo no hay grandes cambios estilísticos entre su generación y la anterior. ¿Cómo explica esta continuidad historietística?
No te olvides que en esa época también editaban tradición argentina. Yo de chico consumía Novaro y me apasionaban las Marvel, pero después a los doce años descubro Columba y encuentro los trabajos de Lucho Olivera y eso fue un antes y un después. Eran otro tipo de historias, donde el empleo del blanco y negro me parecía muy seductor. En ese tiempo el plantearse dibujar superhéroes, era como de otra galaxia, pues no habían puntos de contacto. Yo vivía en Argentina y si iba a convertirme en dibujante tenía que trabajar para estas revistas argentinas. Lejos de mi cabeza, estaba la idea de dibujar para una editora norteamericana, quizá porque cada país tiene su propia industria y a uno tampoco le interesaba el exterior como Meca. Me dije entonces: “Estas son las revistas para las que voy a tener que dibujar”.
Ahí aprecié otro tipo de dibujo y otro tipo de historietas. Tampoco era que yo creciera tan cerrado y que solo existieran para mí los superhéroes. También me gustaba Tarzán, Príncipe Valiente, era un lector bastante abierto. Con el descubrimiento de Columba y la obra de Lucho Olivera, que es una de las influencias y presencias más fuertes que he tenido por el trabajo de Lucho y el cariño y el afecto personal que le tuve, lo extraño mucho todavía. Descubrir eso fue explicar un poco la tradición, porque a raíz de Columba fui descubriendo lo que se había hecho antes: Frontera, Hora Cero, la obra de Alberto Breccia. Después al poco tiempo sale Skorpio con El Corto Maltes y los dibujos de Juan Zannoto, que eran producciones mucho más elaboradas. Yo termino la secundaria el 75 y voy con mi carpetita a Record. Por eso no hay un punto de quiebre. Me sentía un dibujante argentino dibujando para Argentina. Por suerte las historias eran muy variadas. Estaba Juan Zannoto haciendo Henga. Mi admiración por Kirby y por Ditko no se cruzaba con esto, pues eran caminos diferentes.
En su generación abundaban guionistas con talento. En su opinión: ¿La predominante historieta personal, centrada en libertad del dibujante, desvirtúa la calidad narrativa de la historieta misma?
A veces sí. Por eso en general yo prefiero trabajar con un guionista. El dibujante tiene que ser muy atento, muy responsable para no caer en los excesos de la autocomplacencia. Muchas veces pasa, que porque uno quiere dibujar un elefante va a forzar la historia para que aparezca un elefante. En ese caso, el dibujo es el que gobierna la trama y no la consistencia narrativa o el interés de la anécdota que uno quiere contar. Entonces es importante lograr ese equilibrio.
En numerosos trabajos de Moebius se nota que por querer dibujar tal cosa, forzaba el guión para dibujarlo y darse el gusto, así pasa con muchos dibujantes. Admiro a Hugo Pratt como guionista, si bien él evidentemente quería dibujar indios amazónicos en la saga de Sudamérica, no supeditaba el guión a su ánimo de dibujar tal o cual cosa. Pero son pocos los dibujantes que tienen esa consistencia de narrador.
Con el tiempo, he tratado siempre que cada vez que me encuentro ante un guión, mis ganas de dibujar algo específico no realicen su propia historia. Es constantemente un peligro muy grande. El dibujante que trabaja con un guionista, que primero presenta en su cabeza la historia que hay que contar, no va a hacer este tipo de trampas. Hay que evitar la autoindulgencia, pero bueno, eso es muy humano también. A veces es inevitable caer en ello.
Enrique, usted reitera a los jóvenes la necesidad de disciplina y constancia, que requiere un dibujante, “para dibujar y cumplir sus metas” y con ello conseguir "vivir de lo que le gusta". Pero también afirma que actualmente: “Hay mucho vedetismo” ¿Cómo eran los dibujantes de los setentas? ¿Cuáles son las diferencias más relevantes entre su generación y la actual? ¿Percibe ahora un mayor reconocimiento mediático y elitista de los artistas gráficos?
Si, es una muy buena pregunta…Hay una gran diferencia: antes había trabajo. Entonces en mayor o menor medida, un historietista era parte de un engranaje industrial. Si trabajabas dedicado a la historieta y si te pagaban por eso, tenias que cumplir con plazos y tiempos de entrega, para poder vivir de tu oficio. Tu familia dependía de que cobraras. Era fundamentalmente una forma de ganarse la vida, la que más te gustaba, con la que disfrutabas, que te resultaba encantadora, pero siempre era un trabajo.
Eso entonces, no daba tanto lugar para el vedetismo. Al desaparecer la industria editorial, la historieta se vio como una disciplina artística más, donde el autor al no tener plazos de entrega ni el condicionamiento de un editor que le exige lo que tiene que dibujar, entonces puede dibujar sobre lo que quiera, sin que le indiquen lo que debe de hacer y con ello se fomenta la autoexpresión. Es un acercamiento mucho más artístico, libre, entonces una gran parte de la nueva generación de historietistas se ha quedado con eso, lo que no está mal. Sin embargo son diferentes, con una mayor libertad pero desorientada, porque no tienen nada que la encauce. Al no estar pendientes de los plazos de entrega, al no cobrar por el trabajo muchas veces, se ha vuelto una forma de autoexpresión. De ahí la nueva concepción de historieta como forma de expresión artística. La historieta siempre ha sido y tiene que seguir siendo una forma de entretenimiento popular.
¿Tiene que seguir formando parte de la cultura de masas?
Yo creo que sí. Se puede hacer algo muy hermético porque da para mucho. No es que todo tenga que ser comercial y popular, en un sentido peyorativo. Se pueden hacer cosas ambiciosas y hasta difíciles, pero no se puede suplantar totalmente su raíz de expresión popular.
Entonces estos artistas jóvenes, no han tenido que pasar por esos acondicionamientos, no han vivido laboralmente de la historieta y se dedican a otra cosa y la historieta pasa a ser una forma de expresión artística, un hobby creativo, como sería tocar la guitarra o hacer escultura. En eso se diferencian las generaciones de dibujantes. No es que antes no hubiese vedetismo y con marcados egos. Son famosos los egos en los artistas y los dibujantes, que son muy ególatras.
Pero es distinto, pues al no tener que pasar por ese filtro de la producción, toman su profesión de manera totalmente diferente. Por eso en los foros, muchas veces yo no entiendo las categorías desde las que ellos piensan el tema de la historieta.
Uno siempre quiere laborar en lo que le gusta hacer. A mí me gusta dibujar, uno quiere vivir de eso y no solo usarlo como un divertimento. Pero en el momento que para muchos jóvenes es un hobby de fin de semana, no existe punto de contacto con la forma en que yo entiendo la historieta. Para mí es mi forma de vida, aparte de mi hobby. Son formas diferentes que obedecen a diferentes momentos y no sé si se llegará a una síntesis. También el sistema del libro que ha remplazado a la revista conspira un poco en contra del oficio tradicional del historietista. Ya no son trabajadores asalariados que pasan a cobrar a fin de mes, sino como muchos escritores, sacan su libro y esperan después el tema de las regalías y de los adelantos.
Grabación: Carlos Tovar
Grabación: Carlos Tovar
Fotografía Javier Prado
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