Para Carlos Reyes, en su fugaz y reciente paso por el Perú, perdido en las noches de Lima.
Por Gabriel Zárate
Lost in the Andes: Publicada en abril de 1949 en la revista Donald Duck Nº 223 por Carl Barks, el talentoso dibujante del Pato Donald, uno de los mayores genios que la historieta mundial ha producido, y realizada durante su gran periodo clásico de creatividad artística. Perdidos en los Andes es uno de sus mejores y más divertidos relatos sobre Donald Duck y de los más universalmente populares en su extensa obra.
Donald es un simple y humilde asistente de conserje en un museo de Patolandia que de manera accidental, limpiando unas pequeñas piedras cubicas, descubre que en realidad son unos desconocidos huevos cuadrados. Una junta científica maravillada por el gran hallazgo decide organizar una expedición exploradora al Perú, pues los huevos cuadrados provienen del Cuzco. Donald junto a sus sobrinos se embarcan en la travesía marítima rumbo a los Andes. Pero los científicos se enferman gravemente por intoxicación en el trayecto del viaje y es Donald con sus sobrinos quienes deben afrontar solos la arriesgada aventura de internarse en los Andes peruanos y buscar sin ninguna pista el recóndito origen de los enigmáticos huevos cuadrados.
El Perú no es un escenario novedoso para la historieta clásica norteamericana, Brick Bradford y Whas Tubbs desfilaron con anterioridad por estas singulares tierras, caracterizadas por su ancestral cultura indígena (de las más desarrolladas entre los pueblos nativos de América) y su geografía agreste e indómita. Es el autóctono mundo andino, el célebre país de los incas, el que despierta interés por lo extraño visto como algo exótico; es lo peculiar de sus hábitos y costumbres, además de ser una región enclavada a miles de metros de altura y prejuiciadamente vista como alejada de la civilización occidental.
Los indígenas andinos consultados por los peculiares huevos de inmediato estafan al ingenuo Pato que siempre está un paso detrás de sus lucidos y despiertos sobrinos que con aguda perspicacia descubren de inmediato el fraude. El panorama se presenta problemático y desolador por lo escarpado del territorio, su condición de forasteros y la ausencia de información sobre el misterio de los huevos cuadrados. Sin un plan preconcebido su trayecto está marcado por el azar e internándose en un remoto paisaje despoblado los patos se encuentran con un solitario y anciano cazador de vicuñas que les revela la historia del origen de los huevos cuadrados. Provienen de una región peligrosamente inaccesible de la cordillera andina, con elevadas cumbres envueltas en una espesa y perpetúa neblina.
Donald y sus sobrinos audazmente se internan en ella. Enceguecidos por la niebla los patos se extravían y fortuitamente llegan hasta un profundo valle aislado del exterior, donde encuentran un mundo perdido de hombres cuadrados, lugar de origen los huevos. Son recibidos cordialmente por estos extraños y simpáticos personajes de innata alegría y diáfana generosidad que viven con una gran sencillez y rinden culto a las formas cuadradas.
A su retorno, apenas saliendo de la región neblinosa, una reflexión anticonsumista será aquella que sintetice Donald sobre el mundo perdido de los hombres cuadrados en los Andes peruanos: “No tienen casi nada y son sin embargo la gente más feliz que hemos conocido”. No es necesario acumular objetos materiales (propio de la sociedad capitalista) para conseguir la felicidad del espíritu y la bondad del corazón.
Deambulando en un territorio inhóspito, atravesando escarpadas cordilleras, el riesgo de la aventura frente a lo desconocido está presente en Donald y sus sobrinos en esta célebre historia. Hay un nivel épico en los valientes personajes, que afrontan los continuos peligros carentes de miedo y con bizarra osadía.
El desenlace no pudo ser peor. Donald y sus sobrinos regresan triunfantes a Patolandia llevando dos aves adultas cuadradas de los Andes, que despiertan una desmedida expectativa científica y comercial para reproducir una nueva súper raza de gallinas, pero finalmente resultaron ser dos gallos machos, y todos los sueños de Donald terminaron en el catastrófico despeñadero.
Siempre envuelto en quiméricas empresas, buscando persistentemente la anhelada fortuna que le permita abandonar su mediocre condición de trabajador subalterno, Donald es un ser común, carente de talentos y su trayectoria de vida está señalada por constantes desaciertos y equivocaciones que terminan forjando de él una imagen de ser desafortunado, pero a la vez humanizándolo en sus derrotas y decepciones cotidianas. Donald concluirá esta empresa marcado nuevamente por el continuo fracaso y la frustración, atrapado en su situación de eterno hombre medio, postergando sus ambiciones de éxito por su inherente torpeza y por las malas jugadas que el destino le tiende en el camino.
Quizá la popularidad de Donald en el público lector se deba a la verosimilitud en su desalentador derrotero del diario vivir y en una muy secreta identificación de cualquier hombre promedio desencantado con un ser constantemente vencido y fracasado en sus vanas ilusiones de prosperidad. Total, es la vida misma.
Bueno, por fin una buena reseña crítica de este clásico. Me parece que todo esto debería de reeditarse para el Perú
ResponderEliminarH Costa